Master Choi, recordado Maestro, padre de las artes marciales en el país

El progreso de los pueblos es obra de sus grandes maestros, de quienes moldean e inspiran a jóvenes y adultos en distintas disciplinas, desde fútbol hasta enseñar a administrar o formar médicos.

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Carlos de los Cobos, observa durante el partido de la Copa de Oro de Concacaf de 2019 entre Curazao y El Salvador, el 17 de junio de 2019 en Independence Park en Kingston. (Foto por CHANDAN KHANNA / AFP)

Por El Diario de Hoy

2019-11-11 6:00:29

El Maestro Byung Ho Choi, padre de las artes marciales como una disciplina organizada en El Salvador, murió en Miami, víctima de sucesivas dolencias resultado, como es natural pensarlo, de sus luchas, sus demostraciones públicas, de golpes e incansables entrenamientos.

El Maestro, nuestro recordado Maestro, murió apaciblemente en su casa rodeado de toda su familia.

¿Cómo llegó el Maestro Choi a El Salvador? Cuando la Guerra de Corea en los Años Cincuenta, uno de los jóvenes oficiales del contingente salvadoreño, el entonces capitán Fidel Sánchez Hernández, hizo una buena amistad con un oficial coreano, Park Chung-hee, una relación que se mantuvo prácticamente a lo largo de la vida de ambos.

Años más tarde, cuando Fidel Sánchez era Presidente de El Salvador, llamó a su amigo Park Chung-hee, a la sazón Presidente de Corea del Sur y el hombre que sacó del subdesarrollo a su país, para pedirle que le enviara a un maestro de artes marciales para entrenar a oficiales salvadoreños.

La respuesta de Park fue muy clara: enviaré a nuestro mejor maestro, en ese entonces campeón de Corea en judo y en Taekwando.

Así llegó el Maestro Choi a El Salvador, acompañado de su esposa y sus pequeños hijos.

El Maestro Choi inició los entrenamientos de oficiales, pero dado que le quedaba tiempo libre para dedicarse a enseñar artes marciales en un país donde no había tradición alguna, fuera de practicar boxeo y elementales formas de lucha libre, muy pronto su gimnasio prosperó y muchos salvadoreños, entre ellos quien esto narra, se inscribieron.

Metódicamente el Maestro entrenaba a sus alumnos, encargando a los avanzados iniciar a los neófitos en las prácticas de combate pero vigilando que nadie se lastimara, que poco a poco se adquirieran destrezas y los combates fueran más recios.

Una forma de medir la fuerza de cada quien con el puño (en el Taekwondo solo se golpea el cuerpo con el puño, no la cara del contrincante), era poner guantes acolchonados a un alumno y que uno tras otro del resto pasaran golpeando lo más fuerte que podían, para que luego otro se colocara el guante y así sucesivamente.

Con esa práctica los alumnos se enteraban de que no necesariamente los más grandes y musculosos dan los más fuertes golpes, sino que uno pequeño puede, literalmente, golpear como la coz de una mula…

Los combates al final de cada clase eran el cierre: de dos en dos iban combatiendo en rounds de un minuto, cuando los minutos se vuelven eternos y los contrincantes quedan exhaustos. Así se comprenden los durísimos entrenamientos de boxeadores cuando tienen que medirse en diez rounds de tres minutos cada uno.

A medida que progresaban, Master Choi otorgaba a sus alumnos sucesivos cinturones, desde el blanco para los que iniciaban, al amarillo, el azul, el rojo, el negro. Y recibir el negro y que luego se reconozca como tal en Corea es de las satisfacciones más grandes que hayamos tenido en nuestra vida.

El progreso de los pueblos es obra de sus buenos maestros

El progreso de los pueblos es obra de sus grandes maestros, de quienes moldean e inspiran a jóvenes y adultos en distintas disciplinas, desde fútbol hasta enseñar a administrar o formar médicos.

El Maestro Choi dejó escuela y una tradición de disciplina y sabiduría.