Subir los impuestos, el caramelo envenenado de los marxistas y populistas

Si lo que se busca es mejorar la condición de la gente en nuestro país, la mejor y más efectiva forma de lograrlo es alentar la inversión, devolver la confianza perdida, tener claras y sólidas reglas en lo económico, alentar la creación de empleo, abrir el país a inversionistas foráneos...

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Imagen de carácter ilustrativo y no comercial / https://www.instagram.com/p/BvzBH-4gs5V/

Por El Diario de Hoy

2021-03-21 4:50:32

Aumentar los impuestos es la eterna propuesta de marxistas y populistas oportunistas para que realidades de la producción entren en la camisa de fuerza de las sociedades regimentadas.
Lo que no se logra comprender es que en toda sociedad, como en los organismos vivos, las partes están entrelazadas entre sí; de la misma manera como los miembros o los órganos de un cuerpo vivo no pueden existir por sí solos: los brazos dependen de su estructura pero también del hígado, de la circulación sanguínea, del aire que respiramos, el suelo que sostiene nuestros cuerpos.
Es natural que altos impuestos afectan a los capitales y grupos a quienes están dirigidos, pero dado que esta “clase social” —para llamarla en la jerga izquierdista— es parte de cadenas de producción, cadenas inconmensurables pues lo que aquí sucede a los productores incide en los socios comerciales del país, y éstos a su vez en otros grupos, todos los grupos humanos inmediatos son afectados.
Las empresas y establecimientos pasan sus nuevos costos a sus clientelas, a sus proveedores, quienes a su vez trasladan al menos parte de ellos a los grupos con los cuales se relacionan y así sucesivamente hasta que afecta el precio de las tortillas, de los pollos, de las viviendas.
El régimen efemelenista decretó un impuesto a los bancos creyendo, en su sólido, granítico desconocimiento de estos asuntos, que allí se quedaba el golpe, para descubrir que esa carga se pasaba a los clientes, quienes a su vez...
El golpe lo sufren todos pero a quienes más les duele por la precariedad en que viven es a los pobres, a sus tortillas y sus frijoles. Eso fue lo que pasó con los 22 nuevos impuestos que se decretaron en la década perdida que comenzó con Funes, el mismo al que le dieron el triunfo electoral en 2009 y que ahora está acusado de llevarse $351 millones del dinero de todos los salvadoreños, incluyendo a los confiados que alegremente votaron por él.

Solo la confianza y la inversión sacan a los países del subdesarrollo

Se decía antes que “si un chino estornuda en las vecindades de Pekín “, los efectos se sienten en las fábricas de acero alemanas y los hatos en las Pampas argentinas, lo cual es una requetedescomunal exageración pero pone el dedo en la contundente realidad de la interconexión entre las sociedades “del mundo mundial” como dice el bachiller.
Los impuestos “a los ricos” terminan afectando a todo ser viviente en esta saqueada tierra salvadoreña. Estamos seguros de que muchas de estas propuestas se basan en buenas intenciones, en el deseo de mejorar las condiciones de vida de la gente en esto país, pensando que lo que se sacará “a los ricos” puede beneficiar “a los pobres” con mejores servicios asistenciales, educación, infraestructura vial, abastecimiento de agua “y etcétera, etcétera, etcétera”
Puede ser, sin embargo, que esos dineritos “los privaticen”, los robe “el mismo de siempre” que viene saqueando desde la Alcaldía de Nuevo Cuscatlán, el de las inmensas tragaderas...
Si lo que se busca es mejorar la condición de la gente en nuestro país, la mejor y más efectiva forma de lograrlo es alentar la inversión, devolver la confianza perdida, tener claras y sólidas reglas en lo económico, alentar la creación de empleo, abrir el país a inversionistas foráneos...