Los delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra no prescriben

La paz no se alcanza perdonando a criminales, sino llegando a la verdad de hechos que hayan transcurrido hace veinte o cincuenta años y haciendo justicia para los deudos de esas víctimas, que no van a olvidar a sus seres queridos

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Foto AFP.

Por El Diario de Hoy

2019-05-22 7:45:09

El asesinato, el genocidio, el secuestro, las desapariciones forzosas y otros delitos de lesa humanidad no prescriben, es decir, la justicia nunca deja de perseguir a sus autores hasta juzgarlos y hacer que paguen por sus culpas.
Lady Macbeth, sonámbula, viendo la sangre en sus manos, se dijo a sí misma: “El agua de todos los océanos no la lava…” (Shakespeare 1606).

Un amigo nos contaba que al saber que iba a La Paz, Bolivia, un asociado alemán le dijo que fuera al restaurante-bar de un tal Claus a comer especialidades germanas, tomar buena cerveza bávara, pasarla muy bien…
El tal Claus resultó ser Klaus Barbie, el nazi que aterrorizó Lyon en Francia, a donde fue extraditado y condenado a cadena perpetua.

Echar tierra sobre los crímenes perpetrados durante “el conflicto”, antes y después, sólo traerá paz a asesinos y criminales despiadados que se sentían designados para quitar la vida a sangre fría a personas inocentes como a Francis Guerrero, a Mauricio Borgonovo, a Roberto Poma, a Francisco Peccorini, a Mélida Anaya y a tantos otros.

Si están en prisión personajes por haberse lucrado pero que nunca mataron a nadie, como dijo un político hace unos años, que anden libres despiadados asesinos es una burla a la Nación y a los salvadoreños que en una u otra medida sufren las consecuencias de tal barbarie.

Las atrocidades de nazis, de comunistas, de polpotianos, de aquellos que reclutaron niños para usarlos de carne de cañón, no prescriben.

A la fecha operan organizaciones como la de Simon Wiesenthal, que van tras criminales nazis; al descubrirlos y atraparlos, los juzgan y condenan, como ahorcaron en Israel a Adolfo Eichman.

En estos momentos un fiscal español ha pedido ciento cincuenta años de cárcel para el coronel Orlando Inocente Montano por haber sido parte de la cúpula del Ejército salvadoreño cuando fueron asesinados seis jesuitas y sus dos colaboradoras en noviembre de 1989, en la Universidad Centroamericana (UCA).

Los “revolucionarios”, por su parte, no perdonan a enemigos o supuestos enemigos, como lo demostraron al matar al coronel Osmín Aguirre, entonces de noventa años, con cáncer, casi ciego y sufriendo Alzheimer, varias décadas después de haber ejercido la presidencia.

El que haya pasado el tiempo no debe ser excusa para la impunidad

El genocidio, el secuestro, los crímenes de guerra y hasta la pertenencia a organizaciones de exterminio no prescribe en ninguna legislación de países que se rigen bajo un orden de leyes.

No van a liberar a criminales en ninguna nación civilizada “porque ya pasaron treinta años”. En Estados Unidos los crímenes no esclarecidos se denominan “cold cases”, pero si veinte o cincuenta años más tarde en una investigación rutinaria se identifica y localiza al culpable, lo juzgan y condenan, como sucedió hace pocos meses en California al descubrir por casualidad a un acusado de ser asesino y violador serial de hace más de cuarenta años.

Joseph James DeAngelo, “el asesino del Golden Gate”, está encarcelado mientras se define si lo ejecutan o condenan a cadena perpetua en una cárcel para dementes.

La paz no se alcanza perdonando a criminales, sino llegando a la verdad de hechos que hayan transcurrido hace veinte o cincuenta años y haciendo justicia para los deudos de esas víctimas, que no van a olvidar a sus seres queridos “porque pasaron treinta años” o debido a que fueron “pecadillos de juventud”. Si en Inglaterra y la mayoría de países condenan hasta niños de ocho años, sería una burla sangrienta al Orden de Derecho mundial “echar al olvido” repugnantes crímenes.

Ser sicópata no es atenuante.