La libertad de emprender marca la diferencia

Las instituciones son fundamentales para el desarrollo, pero aún más que las instituciones, es la libertad de emprender lo que hace la diferencia. La hizo en Hong Kong, en la Alemania del “Milagro Alemán”, en Corea del Sur y con los llamados Tigres de Asia.

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Por El Diario de Hoy

2019-05-27 5:57:11

Es temerario discrepar en un par de puntos con lo que dice nuestro muy apreciado amigo y distinguido columnista de EL DIARIO DE HOY Ing. Manuel Hinds, en su nota sobre el síndrome de Michael Jordan, de que los países actualmente desarrollados lograron llegar donde se encuentran gracias a la inversión en educación, salud y fortaleza institucional que realizaron durante el siglo XIX.

Las grandes naciones europeas y después de la Revolución Francesa, de Napoleón y del nacimiento del capitalismo en Inglaterra, consolidaron sus instituciones siguiendo el molde de la Carta Magna y la jurisprudencia romana; dejaron de ahorcar niños por robarse una cuchara, aunque la “Santa Inquisición” continuó perpetrando horrores…

De esos inquisidores da cuenta Heinrich von Kleist en “El terremoto de Chile”: una joven condenada a muerte por ser amante sin casarse se salva gracias al terremoto que destruye la cárcel donde estaba confinada y puede escapar con el novio.

Volvamos a lo de la educación, la salud y las instituciones como agentes del desarrollo: el esquema vale para los europeos, para los japoneses que inundaron las universidades occidentales desde que el comodoro Perry sacó al Japón de su aislamiento a cañonazos en 1853, para Argentina antes de que Perón la arruinara…

Pero eso no aplica ni para Hong Kong ni para Corea del Sur ni para naciones como Vietnam, Camboya y Laos, destrozadas unas por la guerra y el comunismo, otras pese al cerco de acero con que China Continental pretendió destruirlas, particularmente Hong Kong.

Leyes hay en todas partes, pero mientras más opresivo sea un régimen, más leyes habrá. Los Estados Unidos fue, en tal sentido, la nación del siglo XIX con menores regulaciones, donde más se aplicaba el principio de “dejar hacer, dejar pasar”, lo que permitió a la gente buscar la mejor manera de hacer fortuna. Y como los cubanos que escaparon del castrismo, los educados (abogados especialmente) fueron los que menos patrimonio hicieron.

Pero, como señaló Milton Friedman, la gente tenía la “libertad de escoger” y, por lo mismo, de actuar siguiendo sus impulsos, como los alemanes después de la Segunda Guerra cuando su país estaba casi totalmente destrozado. Los del Milagro Alemán, los “wunderkinder”, eran en su mayor parte autodidactas con un modesto nivel de educación formal.

La diversidad es clave para alcanzar la prosperidad
Las instituciones son fundamentales para el desarrollo, pero aún más que las instituciones, es la libertad de emprender lo que hace la diferencia. La hizo en Hong Kong, en la Alemania del “Milagro Alemán”, en Corea del Sur y con los llamados Tigres de Asia.

Estados Unidos se convirtió en la nación más próspera gracias a su rica diversidad, a que sufría de menores restricciones para crecer; a que, al lado de los educados, gente de toda clase se esforzaba por hacer algún patrimonio, como los que corrieron tras el oro en Alaska y fue el caso de Andrew Carnegie, que llegó de Escocia sin un centavo para amasar la mayor fortuna en términos comparativos de todos los tiempos.