La humanidad no se repone aún de la tragedia en Notre Dame

Las grandes catedrales eran el punto donde nobles y plebeyos acudían a invocar a la Divinidad, la casa común, el lugar donde vitrales, capillas y pinturas eran los libros abiertos para enseñar y divulgar la fe, ponernos a todos en presencia de Dios.

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Las presas con compuertas retienen el flujo del agua y dejan sin ella a las comunidades. FOTO EDH /INSY MENDOZA

Por El Diario de Hoy

2019-04-21 9:00:42

Los graves daños sufridos por Nuestra Señora de París, una de las más hermosas catedrales góticas del mundo, son una tragedia para la humanidad, cuyos grandes monumentos y templos, sus creaciones del espíritu y sus esenciales instituciones van a la cabeza del desarrollo de la civilización.

Notre Dame comenzó a tomar forma en el Siglo XI y fue incorporando sus majestuosos portales, sus cinco naves, sus capillas, su ápside con el paso de los siglos.

Notre Dame se levanta en una isla formada por dos brazos del río Sena que cruza París y es extraordinariamente hermosa tanto al frente como en el ábside. Sus arbotantes, la estructura visible que sirve para pasar al suelo, a la fundación, el empuje de las altas naves, son un deleite visual para los que contemplan la Catedral desde las orillas del río.

Dice la leyenda que las gárgolas, cabezas fantásticas que asoman sobre las torres, son dragones protectores de la Catedral, los que fueron removidos para la remodelación. “Y al no estar las gárgolas…”

El arte de los godos, una de las tribus germanas que invadieron a sangre y fuego a Europa al caer el Imperio Romano, fue evolucionando hasta florecer en el arte gótico, en las esplendorosas catedrales que fueron levantándose en prácticamente toda Europa: en Reims (donde fueron coronados la mayoría de reyes de Francia), en Rouen pintada por impresionistas, en Colonia, en Sevilla, en Milán, la de Toledo, la más bella de todas las españolas.

Pero Notre Dame de París ocupa un lugar muy especial en los corazones de muchos de nosotros, lo que asociamos a grandes eventos como la coronación de reyes y muy especialmente la autocoronación de Napoleón como emperador.

Pero también Notre Dame nos recuerda la tragedia de Quasimodo y de Esmeralda de la gran novela de Víctor Hugo, tragedia que es reflejo de los fanatismos de los curas de esos tiempos, que a sangre y fuego domesticaban naciones.

La acusaciones de “brujería” eran una arma terrible contra mujeres y hombres que buscaban por su cuenta una explicación del misterioso mundo que rodeaba las sociedades medievales, acosadas por el hambre, la muerte y el miedo.

Centros de encuentro de la fe, el arte y la paz interior

Las grandes catedrales eran el punto donde nobles y plebeyos acudían a invocar a la Divinidad, la casa común, el lugar donde vitrales, capillas y pinturas eran los libros abiertos para enseñar y divulgar la fe, ponernos a todos en presencia de Dios.

Para los que la conocimos por vez primera siendo muy jóvenes, lo que tanto estudiantes y turistas como parisinos ven, recorren sus naves y se maravillan de sus capillas, Notre Dame es una aleccionadora experiencia. Y luego, ir de Notre Dame y conocer la Santa Capilla, Saint Chapelle, muy cerca de allí, con sus extraordinarios vitrales que rivalizan los de la Catedral de Chartres, el espíritu va enriqueciéndose. Ya no es posible echar marcha atrás: en adelante toda nueva experiencia se suma a los primeros pasos que se dieron en Notre Dame, como la bizantina San Marcos de Venecia.

Los principales tesoros de Notre Dame se salvaron de milagro, lo que augura un brillante futuro a esta gran iglesia de la cristiandad. Allí seguirán para nuestros descendientes y para los espíritus y las mentes de los que aman el arte, las grandes creaciones arquitectónicas, los espléndidos frutos de la civilización y el progreso humano.