Hay mucha porquería por eliminar para rescatar naciones empobrecidas

Cuando un dictador se convierte en amo y señor de vidas y haciendas, todos están en riesgo de que a medianoche les lleguen a apresar o que les armen juicios penales por faltas que no han cometido

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Por El Diario de Hoy

2020-03-05 8:04:40

Ya hemos reseñado que, en 1981, al asumir el poder el expresidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, cuando le preguntaron cuál era su esquema de gobierno, respondió con una experiencia personal: “Hace muchos años Nancy (su esposa) y yo compramos un rancho en California, encontrándonos con que los establos estaban llenos de porquería de sus previos ocupantes, por lo que pasamos varias semanas limpiando todo eso… como me propongo hacer ahora en Washington…”.
Esto es precisamente la tarea que enfrentan las personas de bien, patrióticas, en nuestro país: restablecer la institucionalidad, el sentido de la decencia, la moral pública, además de combatir los graves males que se sufren, entre ellos la violencia, el bullying a través de redes de troles, el uso de soldados y policías en asuntos y eventos que nada tienen que ver con las funciones de ambos cuerpos.
El Salvador sufrió un inaudito atropello institucional cuando Bukele encabezó la toma de la Asamblea con una soldadesca, se sentó en el sillón del presidente y ha dado plazos perentorios para la aprobación de un préstamo cuya utilidad pública no ha sido demostrada en ningún momento.
A esto se suma otro hecho: mezclar a un grupo de policías y soldados en las elecciones internas de su partido “Nuevas Ideas”, en las que su primo fue nombrado presidente de la agrupación, lo cual fue cuestionado desde antes por otros dirigentes.
Las dictaduras, todas las dictaduras a lo largo de la historia, se apoyan sobre un maridaje policía-ejército, que tiene una primordial función: perseguir, intimidar, capturar, torturar y eliminar a opositores, disidentes, hasta enemigos personales.
Es lo que sostiene al monstruo de los Castro, a Maduro, a Ortega. Es la vieja historia de todas las dictaduras a lo largo de los milenios y es lo que los salvadoreños enfrentan actualmente.

La libertad genera prosperidad y empleo; las dictaduras, gran miedo y pobreza

La institucionalidad es muchas cosas, desde la protección que la ley brinda a todos los ciudadanos mientras no delincan, hasta el sistema de pesos y contrapesos que limitan los poderes de presidentes y funcionarios.
Gracias a la confianza general en el orden de leyes de una nación es que la gente invierte, trabaja en su beneficio y el provecho de sus allegados y el público, que existen las cadenas productivas que engarzan la labor, los ahorros y las ganancias de todos en provecho de todos.
Pero cuando un dictador se convierte en amo y señor de vidas y haciendas, todos están en riesgo de que a medianoche les lleguen a apresar o que les armen juicios penales por faltas que no han cometido, un tanto como en la historia de Franz Kafka, el emblemático autor checo, acerca de un hombre a quien enjuician sin que él sepa el motivo.
Lo que se encierra la frase de Bukele de “o estás conmigo o estás contra mí” es que no hay posiciones intermedias.
La confianza de un país en sus leyes, su seguridad jurídica, en poder anticipar el futuro con algún medida de certeza, es generadora de empleo, de riqueza, de bienestar.
Las dictaduras hunden a países prósperos en la miseria, como ha sucedido en Cuba y Venezuela, forzando a la población a comer basura, a carecer de agua potable, a no contar con servicios públicos ni de lejos decentes.