Honduras está pasando por una crítica falta de agua. No ha llovido y las reservas apenas alcanzan para treinta días, lo que ha llevado a racionamientos de facto: la gente recibe agua unas pocas horas uno o dos días por semana.
El buen Dios, por su parte, nos envía cada invierno, a los centroamericanos, enormes cantidades de agua, las que, sin embargo, se dejan correr al mar y sólo se almacena apenas una fracción de esa agua.
Por Honduras pasan el río Lempa, el Plátano, el Patuca, pero ninguno de los regímenes últimos ha hecho un esfuerzo para formar embalses. Es hacer con el agua lo del bíblico José con las cosechas abundantes de los siete años: guardó la bonanza de las vacas gordas para el periodo de las vacas flacas.
Pero ni a los gobernantes hondureños ni a sus homólogos salvadoreños se les ha cruzado por la cabeza emprender, como un programa cívico, de nación, formar embalses a lo ancho y largo del territorio, los que contribuirían grandemente a riegos agrícolas, a agua para usos domésticos, pozas para que niños y adultos se diviertan.
Y como lo hemos dicho, cultivar ranas comestibles en esos pequeños embalses no solo da cuenta de mosquitos y moscas, sino que contribuye a la dieta popular.
En nuestro suelo hay un deficiente suministro de agua por dos causas: la primera, que no se ha hecho ningún esfuerzo programado para formar embalses o pagar el agua que otros generen en sus propios embalses, digamos en las tierras casi en abandono del “sector reformado”, las tierras que los golpistas y el programa de “reforma agraria” robaron a eficientes agricultores para entregarlas a jornaleros.
Tampoco se ha procedido a investigar cómo en el gobierno efemelenista se robaron lo que los usuarios de agua pagan puntualmente a ANDA, aunque, según entendemos, ya hay un proceso abierto en la Fiscalía para ir detrás de los ladrones.
Lagunetas, pozas y embalses solucionan la falta de agua
Por lo mismo, instamos a grupos cívicos, a vecinos de pueblos, a quienes sea, a tomar en sus manos la tarea de hacer tapadas, no “mecerse en la hamaca” esperando que se haga el milagro de disponer de agua para múltiples usos.
La razón, y basándonos en la multitudinaria experiencia sobre la labor gubernamental en nuestros países, es que pueden pasar décadas hasta que a algún ministro o mandatario el Espíritu Santo le ilumine el coco y se comiencen a hacer embalses en todo el territorio.
Ya hemos contado, pero no está demás repetirlo, que en el norte de Ceilán (que ahora es Sri Lanka) un rey del siglo VIII, es decir un rey que vivió hace mil trescientos años, fabricó lagos que al día de hoy son fuente de verdor, alegría, magníficos hostales, un atractivo turístico, aunque la convulsión causada por bandas que buscan “autonomía” (los tamiles) pone en duda lo que allí pueda estar sucediendo.
En el norte de Ceilán están, o estaban, las plantaciones de té, cuyo aroma se siente por kilómetros a la redonda, al punto que al visitar una plantación se siente como estar metidos en una tasa de té.
La capital, Colombo, cuenta con uno de los parques botánicos más hermosos del mundo, todo lo cual contrasta con la aridez de la India.