Lo que se creía una esperanza fue el principio del horror

La Policía de Hacienda dispersó a balazos un desfile bufo de universitarios en el centro de San Salvador, causando muchos muertos, lo cual más bien fue el reflejo del contragolpe que vino y que denunció entonces Schafik Handal en las páginas de El Diario de Hoy.

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Por El Diario de Hoy

2020-10-14 10:59:22

El 15 de octubre de 1979 se produjo el cuartelazo contra el presidente Carlos Humberto Romero, un golpe que se dice fue propiciado por Jimmy “derechos humanos” Carter, acusando a Romero de ser “el mayor violador de los derechos humanos en el mundo” en un momento en que el centroafricano Bokassa, el camboyano Pol Pot, el cubano Fidel Castro y los soviéticos perpetraban horrores contra sus respectivos pueblos.
Carter estuvo detrás del derrocamiento del Shah de Irán, entregando el país al ayatola Khomeini y fanáticos musulmanes, en la actualidad el régimen más opresor del Medio Oriente y acusado de estar tras los incendios de refinerías en Arabia Saudita y financiar, entrenar y apoyar grupos terroristas en esa región y en todo el mundo.
En aquella época se informó que se obligó al presidente Carazo, de Costa Rica, a abrir un aeropuerto de ese país para recibir vuelos desde Cuba con sediciosos salvadoreños, hondureños y guatemaltecos, lo que desató graves conflictos en el Triángulo Norte de Centro-América.
Nicaragua ya había caído en las garras de los sandinistas, un proceso que inició un año antes con el secuestro de funcionarios y otras personalidades en el Palacio Nacional de Managua por un grupo encabezado por el llamado “Comandante Cero”.
En El Salvador, el general Romero fue encargado de poner bajo control los movimientos subversivos, los que ya habían iniciado marchas y desórdenes, formado sindicatos violentos y organizaciones de masas como el FAPU, el BPR, las LP-28 y emprendido acciones terroristas en el territorio.
Romero fue derrocado por un grupo de “militares jóvenes” y una Junta “revolucionaria”, integrada por los coroneles Abdul Gutiérrez, Adolfo Majano, Guillermo Ungo, Román Mayorga y Mario Andino, este último representando a la libre iniciativa, junto a intelectuales y profesionales de distintos sectores que veían una esperanza en el movimiento.
Pero la respuesta de los grupos subversivos de ultraizquierda no se hizo esperar y se registraron tomas armadas de sectores en Mejicanos y Soyapango, pues temían que el objetivo del golpe era quitarles las banderas de “justicia social”.

El contragolpe y el ascenso de la corrupción y la guerra subversiva

Pocas semanas después, la Policía de Hacienda dispersó a balazos un desfile bufo de universitarios en el centro de San Salvador, causando muchos muertos, lo cual más bien fue el reflejo del contragolpe que vino, que se atribuyó a Gutiérrez y que denunció entonces Schafik Handal padre en las páginas de El Diario de Hoy.
Militares corruptos se fueron haciendo con el poder y desplazando a los jóvenes, lo cual llevó al retiro de los representantes de la izquierda y el sector privado del gobierno y el ascenso de los democristianos, a quienes les impusieron llevar a cabo, en febrero, las ruinosas reformas agrarias y bancaria, con las nefastas consecuencias que perduran al día de hoy.
Por su parte, las entonces divididas organizaciones subversivas continuaron con la violencia callejera, los secuestros y asesinatos, en tanto que las fuerzas del orden estaban más empeñadas en la lucha contrainsurgente que en la seguridad pública, además de que eran acusadas de capturas ilegales y desapariciones.
En este marco fue asesinado en marzo de 1980 el arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero, San Romero, quien fustigó tanto a la junta y a los militares como a la guerrilla por sus atrocidades.
Se abría así el capítulo de 12 años de una guerra con más de 70,000 muertos, éxodo, destrucción económica y los males que hasta hoy tenemos, como la inseguridad y las pandillas.