Un mes de cuestionado encarcelamiento ha cumplido la abogada defensora de derechos humanos Ruth Eleonora López y el mismo infortunio corre su colega constitucionalista Enrique Anaya, quien denunció vigorosamente la captura de López a través de las redes sociales y fue detenido días después.
A Ruth López le imputaron el delito de enriquecimiento ilícito, mientras que a Anaya, el de “lavado de dinero”, el cual se ha puesto de moda atribuir de manera forzada a críticos del régimen —al igual que “incumplimiento de deberes”— y por el que se les sigue un proceso secreto, en reserva, en el que no cuesta imaginar todo lo que puede pasar.
En los dos casos los detenidos no fueron presentados ante un juez en 72 horas después de la captura —como manda la Constitución— ni se les permitieron medidas alternas a la prisión, como la libertad bajo fianza o el arresto domiciliario en vista de los problemas de salud que sufren.
En el fondo, lo que se busca con esta clase de capturas y procedimientos es ciertamente callar y neutralizar a dos ciudadanos críticos, pero también enviar un mensaje de que no tolera ninguna disidencia ni señalamientos, lo mismo que hacen las tiranías de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Corea del Norte, por ejemplo. Por eso hizo jurar a sus partidarios, hace un año, “defender a capa y espada” las “decisiones que se tomen, sin titubeos”, esto es, no cuestionar ni criticar.
De ahí que, aunque resienten los problemas económicos, el desempleo y la falta de acceso a la vivienda, seis de cada diez salvadoreños tienen miedo de criticar al gobierno porque serían encarcelados.
Que el régimen alegue que el proceso judicial tomará seis meses o más es para darle
largas al asunto, más cuando la práctica es “ablandar”, como se ha denunciado en algunos casos y destruir física y moralmente “a pausas”, lo que se viene señalando por las entidades internacionales que velan por los derechos humanos y por denuncias de quienes han pasado por las siniestras cárceles, los "gulags" que han encarcelado, hasta donde se sabe, ocho mil inocentes, según ha reconocido el gobierno.
Como venimos señalando, hasta los peores criminales son indefensos en los "gulags" de esta tierra y por lo mismo merecen un mínimo de consideración, aquí y en cualquier país civilizado, no digamos los presos políticos a quienes les pasan acumulando
nuevos delitos, inclusive el de "incumplimiento de deberes" que solo aplica a funcionarios públicos.
Por las señas, hay una medida de alegría en causar sufrimiento a los que se pueda… Los señalamientos que ha hecho la Unión Europea solo dieron pie a una serie de insultos de parte del régimen, llamando a ese grupo de naciones "un bloque envejecido, sobreregulado, dependiente de la energía, rezagado tecnológicamente y liderado por burócratas no electos" y otras lindezas, lo que no les afecta dado que toman las cosas de acuerdo de donde provienen.
Lo que siempre pesa sobre los autócratas es que ellos mismos arman sus propias cárceles, limitando enormemente su capacidad de movimiento en un mundo más y más hostil a ellos; el binomio Murillo/Ortega "hace y deshace" en Nicaragua pero no se atrevería en ningún momento a "asomar la nariz" fuera de sus fronteras, lo que también sucede al criminal de guerra ruso Putin y a sus similares Maduro y Cabello en Venezuela.
Hace poco el exdictador ecuatoriano Rafael Correa, el que se creía todopoderosa figura del Alba chavista y que cerraba periódicos impunemente, fue notificado de que se le canceló su visa para entrar en Estados Unidos, como igualmente no se atreve a poner pie en Ecuador ya que pesa sobre él una dura condena por corrupción.
Mejor quedar como un buen gobernante y no como un sujeto que perpetró males
Toda persona que llega al poder en una nación tiene frente a sí dos opciones: dejar una preclara memoria, ser siempre recordado como un hombre de bien, honesto y patriótico como en nuestro país se recuerda a los padres fundadores, como el Padre de la Patria, José Matías Delgado; al General Manuel José Arce, al Libertador de los Esclavos, José Simeón Cañas, a los hermanos Aguilar y los que murieron o fueron encarcelados en la asonada del 5 de noviembre de 1811 para el Primer Grito de Independencia de Centroamérica.
No debe de ser agradable quedar en la memoria colectiva como autócrata o ser contado entre los inescrupulosos que se burlaron de la buena fe de los salvadoreños, como Funes, que se amparaba tras San Romero para saquear 351 millones de dólares de las arcas del Estado y huir a Nicaragua con su familia.