El mundo civilizado no debe permitir los linchamientos virtuales

Los salvadoreños debemos evitar caer en una “trole-cracia” en la que unos cuantos individuos o grupos intenten dominar las conciencias a base de fraudes, amenazas y ataques virtuales, ilusiones, informaciones falsas (“fake news”), manipulaciones y lavados de cerebro

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Por El Diario de Hoy

2019-07-03 8:40:09

La libertad de expresión es un derecho esencial en todo país que se rija por un orden de leyes, un fundamento de la democracia pues tutela todos los otros derechos del ciudadano y de la sociedad. No hay dictadura que no restrinja, coarte o persiga a quienes opinen, escriban o perifoneen críticas a los amos en el poder, como sucede en Cuba, Nicaragua y Venezuela, donde reina la droga y la represión.

En El Diario de Hoy exponemos nuestras ideas, críticas y posiciones en nuestros propios canales, así como damos cabida a escritos de muchas personas y grupos sociales siempre que no lastimen a terceros y no sean prédicas del odio.

Sin embargo, las “redes sociales” se arrogan la atribución de censurar a usuarios por desagrado de un grupo o sector, o, lo más grave, permiten el bloqueo o el linchamiento virtual promovido por unos cuantos individuos o grupos con dispositivos multiplicadores.

Con frecuencia personas o sectores que opinan, externan ideas, difieren de posturas “políticamente correctas” son literalmente linchados, víctimas de ensordecedoras campañas. Y en esto el lugar donde algo se dice tiene mucho que ver con la posibilidad o el hecho de decirlo.

Una periodista se ha vuelto el blanco de ataques en las redes sociales por difundir un tuit sobre una conferencia de prensa en Casa Presidencial. Ella, así como otros comunicadores, abogados y profesionales en otras ramas, han sido sometidos a linchamientos virtuales —que las redes sociales no frenan— sólo por cuestionar decisiones y planes gubernamentales.

A diferencia del pasado, no hay ataques o amenazas de las autoridades o del Gobierno, pero sí de sujetos que se muestran a fines y que no esconden sus deseos de aniquilar o causar daño a quienes osen pensar diferente.

Es una “trole-cracia”, en la que unos cuantos individuos o grupos intentan dominar las conciencias a base de fraudes, amenazas y ataques virtuales, ilusiones, informaciones falsas (“fake news”), manipulaciones y lavados de cerebro, como las dictaduras comunistas, nazis y socialistas del Siglo XXI que han empujado a pueblos a verdaderas guerras y carnicerías, o la represión al estilo de los Tonton Macuotes de la dictadura duvalierista haitiana o los sandinistas.

No pagan los pecadores, sino los justos

Otro blanco de ataques y amenazas incluso de callarlo en las redes sociales es el Dalai Lama, una persona de incuestionable autoridad moral y luchador contra la barbarie de China, por responder que si una mujer asumía tal dignidad, debía ser “muy atractiva”.

Ser atractiva y hasta bella, cumplir con la lisonja del ángel a la Virgen María de “llena eres de gracia”, es un noble atributo, no causa de censura.

La belleza es la aspiración de toda mujer, tanto espiritual como física. La presentación es clave entre los seres humanos civilizados, no tanto por la propia imagen cuanto por el respeto que se les demuestra a los demás vistiendo y expresándose con decencia.

La belleza, “el buen ver” de una mujer o inclusive lo apuesto de un hombre, son con frecuencia su mayor patrimonio para abrirse campo en la vida, el derecho de llave para iniciar una carrera en el trabajo.

Pero sin más que el juicio de usuarios que se sienten afectados se promueve un “linchamiento”, sin siquiera valorar lo que una persona quiso decir, si fue un malentendido, una mala traducción y, sobre todo, si luego hay una disculpa, como lo hizo el Dalai Lama. Tampoco midieron si lo hizo con ironía, pues la pregunta que plantearon estaba fuera de lugar al ignorar la esencia de esa antiquísima tradición tibetana: es impensable que mujeres sean electas o que una sea nombrada Papa.

Es importante no caer en los extremos, por los cuales terminan pagando justos por pecadores y prevaleciendo bandas digitales contra la libertad de conciencia y expresión.