Recibir en nuestro país a los criminales capturados de la brutal banda venezolana "Tren de Aragua" ha aceptado el régimen de Bukele a Donald Trump, según confirmó la congresista María Elvira Salazar, como si no fueran suficientes los 80,000 mareros encarcelados y los que siguen sueltos en este suelo, la nación sin más ley que las ocurrencias del gobernante.
El ofrecimiento se da cuando salvadoreños que han logrado arreglar su situación migratoria en Estados Unidos y vuelven a visitar a sus familiares son acosados y desplumados por soldados del régimen, muchos de los cuales actúan con igual salvajismo que los mareros que aún pululan en el territorio.
Las redadas contra los indocumentados en Estados Unidos se han intensificado, lo que provocó un más que desagradable incidente entre Colombia y Estados Unidos cuando un par de cientos de colombianos iban a ser enviados innecesariamente encadenados sin ser criminales, ya que para Trump todo inmigrante es delincuente aunque tenga trabajo, no haya violado ninguna ley y además tenga hijos nacidos allá y cónyuges estadounidenses.
Pero de lo que es capaz lo muestra el que haya forzado a Google a renombrar el Golfo de México como "Golfo de América", usurpando lo que la tradición desde hace siglos reconoce y que no puede cambiar unilateralmente.
Las redadas contra los inmigrantes —y pese a la brutalidad con la que el encargado ofrece actuar—presentan problemas logísticos, de procedimiento, nada fáciles, pues ni las escuelas ni las iglesias van a facilitar que grupos armados lleguen a llevarse niños y adultos, dado que inclusive en algunos poblados la comunidad los protege, a lo que se suma que varios estados y ciudades, Nueva York y California entre ellos, se han declarado santuarios.
Todo es parte del plan de Trump de "renovar América", de hacerla de acuerdo con sus desvaríos, entre ellos dar a la presidencia poderes casi absolutos, incluyendo someter a cortes marciales a militares que se nieguen a obedecer sus órdenes, retirar la seguridad especial a jefes militares, policiales y civiles que ocuparon puestos clave en operaciones antiterroristas, a funcionarios relacionados con la lucha contra el covid y muchos otros que no se prestaron a las pretensiones de un presidente que quiere convertirse en dictador.
Un autócrata no puede imponerse a una democracia bicentenaria
Nadie está por encima de la ley en una democracia, por lo que destruir los "checks and balances", los pesos y contrapesos institucionales, es siempre el camino a las dictaduras de cualquier naturaleza, lo que Trump pretende valiéndose de una Corte Suprema que le dio impunidad en todos sus actos como presidente y ha venido apoyando sus deseos, llevando al país a las puertas del totalitarismo, como los saludos de Elon Musk considerados abiertamente nazis por propios y extraños.
Sólo hay que ver las brutales e inmisericordes redadas y deportaciones de inmigrantes, que han denunciado que ni siquiera pudieron ver a un abogado o un juez, sino que permanecieron con grilletes y esposas como criminales sólo por ser indocumentados, algo por lo que repudió el presidente Petro, de Colombia.
Trump sueña con ser dictador vitalicio, al punto que ya dijo que la ley no le impide correr por un nuevo mandato después del presente, es decir, otros cuatro años y ahí quién sabe cuántos más.
Pero con el paso de los días más y más grupos y personas en Estados Unidos están despertando a la realidad y comienzan a montar resistencias en su contra, entre ellas reafirmar la disposición constitucional que otorga la ciudadanía a los niños que nacen en Estados Unidos, oponerse a las redadas en iglesias, escuelas y hospitales y a que personas honestas sean expulsadas junto a criminales..