Dios, Unión y Libertad, nobles ideales por los que siempre debemos luchar

La lucha por la libertad, contra los despotismos y la irracionalidad, por la dignidad innata del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, debe ganarse día a día, generación por generación, pues, como dijo Goethe en el Fausto, “sólo merecen la libertad y la vida aquellos que la conquistan cada día”.

descripción de la imagen
Imagen de carácter ilustrativo y no comercial. https://twitter.com/Blueboy10/status/1437883057864941577

Por El Diario de Hoy

2021-09-14 7:59:33

"Dios, Unión y Libertad" es el lema que define nuestras aspiraciones desde el día en que nuestros Próceres declararon la Independencia de las cinco naciones centroamericanas, liberándolas del oscurantismo de la dictadura de Fernando VII de España, un cruel opresor sobre su propia nación y los territorios que dominaba.

La lucha por la libertad, contra los despotismos y la irracionalidad, por la dignidad innata del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, debe ganarse día a día, generación por generación, pues, como dijo Goethe en el Fausto, “sólo merecen la libertad y la vida aquellos que la conquistan cada día”.

La barbarie, lo irracional, el despotismo siempre están al acecho, como las fieras merodean alrededor de los campamentos y las pestes buscan nuestros flancos débiles para aniquilarnos.

En un hermoso símil, Rómulo Gallegos, el gran escritor venezolano, habla de los caminos a los que en un punto se traga la selva, una metáfora de lo que en estos momentos sucede a El Salvador, amenazado por peligros, por la desnuda barbarie, antítesis de lo civilizado, lo luminoso.

Chacales rodean nuestras vidas, nuestros previos logros, lo que con tanto esfuerzo se construyó y que muchos, como en la historia bíblica, han vendido a otros por el plato de lentejas de lisonjas y calumnias, engaño permanente.

Con los mismos dineros de los pobladores se sostienen constantes campañas propagandísticas, el incesante engaño, la descalificación de otros. Y esos recursos están siendo usados para construir las mazmorras de nosotros y nuestros descendientes, lúgubres recintos donde verdugos están prestos a amenazar, a golpear, a matar.

Están en peligro mortal nuestras libertades, el poder escoger nuestros senderos, cuidar a seres queridos, movernos en paz.

La voracidad de la dictadura que se cierne sobre este desgarrado suelo ha puesto la mira en nuestros ahorros como asimismo en las remesas que son el sostén o respiro de la mitad de los salvadoreños, de los más pobres, de las pequeñas comunidades.

La intención es caer encima de nuestra moneda, de nuestros dólares, y darnos en cambio papeles sin valor, papeles que en cualquier momento pueden anegar el país como está sucediendo en Venezuela. Y el ariete para derrumbar la economía nacional para engrosar el personal patrimonio de los corruptos es el criptoactivo que en el mismo día de su “lanzamiento” le costó más de dos millones de dólares a los salvadoreños.

La voraz dictadura amenaza todo lo que de valor y aspiración se tiene

Las dictaduras tienen terribles costos para los pueblos que las sufren, a lo que se agregan los tentáculos que, como en el caso del narcodictador Ortega de Nicaragua, agreden a la disidencia, como ocurrió con el ataque a balazos a un joven que organizaba una marcha en Costa Rica contra la demencial situación que prevalece en la tierra de Darío, de Jerez, de Madriz.

Lo acontecido el 1 de mayo y en las semanas subsiguientes señala el estercolero que puede ser el futuro si los salvadoreños no se manifiestan, no repelen la hidra de odio y voracidad que se cierne sobre este suelo, una hidra cuyos tentáculos van desde Sinaloa, donde imperan los carteles de la droga hasta el Medio Oriente.

Las ocurrencias del déspota y como lo señala La Nación de Costa Rica, han agravado los estragos de la pandemia, causado gravísimos daños a la economía, desplomado el valor de los bonos que se emiten, ahora colocados en el nivel de basura.

En el punto donde hemos caído, el Orden de Derecho, las libertades individuales, los bienes de cada uno, el futuro de nuestros hijos está gravemente comprometido.