San Romero pedía Navidades sin presos políticos ni secuestrados

“Yo quisiera hacer llegar un grito a todo El Salvador que dijera: ¡Navidad sin presos políticos y sin secuestrados!” (San Oscar Arnulfo Romero, primera homilía de Adviento/1978).

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Por El Diario de Hoy

2021-11-22 7:47:28

Los años antes de ser asesinado por un francotirador, nuestro santo mártir Óscar Romero pidió una Navidad sin presos políticos ni secuestrados, lo que nunca se ha consumado del todo en este suelo.

San Romero abogaba tanto por los militantes de izquierda detenidos en las cárceles del régimen militar de entonces, que en algunos casos eran reportados como “desaparecidos”, como por los empresarios y políticos secuestrados por la guerrilla marxista, varios de los cuales terminaron asesinados.

Ese horror se quiso superar con los acuerdos de paz, pero a los últimos regímenes les han picado las manos para revivirlo. Basta ver el escarnio público y la muerte a pausas que el régimen de Funes causó al expresidente Flores y que ninguna causa en su contra lo justificaba, sobre todo porque no se le había vencido en juicio. Estaba claro el deseo de venganza porque Flores osó desafiar y echarle en cara sus crímenes a Fidel Castro en una cumbre en Panamá en el 2000.

Los presos políticos, personas que son encarceladas sin más motivo que el de contrariar o estorbar al déspota de turno, han hecho su reaparición en nuestro suelo, siendo ellos la científica Erlinda Handal, la doctora Violeta Menjívar, el ex ministro Carlos Cáceres, el exviceministro Hugo Flores, el diputado Calixto Mejía y el exalcalde Ernesto Muyshondt, a quien se sabe que someten a los más degradantes vejámenes.

La científica Handal inclusive trabajó con el padre del actual mandatario, Armando Bukele.

Las mazmorras de toda dictadura son siempre lugares tenebrosos donde se intenta deshumanizar a los detenidos, romper su voluntad, en algunos casos desear la muerte para no continuar sumidos en esos infiernos.

La jerarquía de la Iglesia del siglo XVI se creía estar sobre el bien y el mal, tener el derecho de aplastar en vida a quienes se atrevían a desafiar sus creencias, incluyendo la idea de que el Sol giraba alrededor de nuestro planeta y no el mundo alrededor del Sol.

Giordano Bruno pasó ocho años en una de esas mazmorras, por lo que cuando un obeso papa ordenó quemarlo vivo y para lo cual se presentó con su séquito de criminales, todos ataviados con sus costosos hábitos, Bruno murió sin proferir una queja, en silencio, en el Campo de’ Fiori de Roma.

Galileo, discípulo de Bruno, fue desterrado de Roma a Florencia, donde inventó el telescopio, demostró que había muchos otros soles y dio vuelta a las nociones sobre el universo y la gravedad basadas en las teorías de Aristóteles.

Lo que eran esas tenebrosas, horrendas prisiones, sepulcro de vivos, puede verse visitando Los Plomos de Venecia, una cárcel de donde escapó (lo que fue una extraordinaria y casi única hazaña) Casanova, el Caballero de Seingalt, el gran seductor de mujeres a lo largo de Europa y cuya vida y aventuras fue el modelo que tomó Mozart para su Don Giovanni, una de las obras más excelsas de la música donde al Don todo le sale mal hasta que el padre de una mujer que intentó seducir lo arrastra a los infiernos.

Sembrar el terror con chivos expiatorios es la táctica del actual régimen

Los “presos políticos”, vale decir personas encarceladas e incomunicadas sin seguir procedimientos legales pero a quienes la Fiscalía del régimen “les pone el dedo” obedeciendo órdenes del déspota, son lo mismo que denunció San Romero: víctimas de la arbitrariedad, de la sinrazón, de la envidia, del infernal capricho.

Se trata de cacerías de brujas en el sentido de ir tras personas a las que previamente se ha marcado como opositores o potenciales adversarios.

Nadie está a salvo a menos que lleve una vida anodina, que no se atreve a pensar que tiembla ante la idea de caer víctima de las capturas sin sentido que tienen lugar en nuestro desangrado y saqueado El Salvador.