Preocupa un extraño giro de la Procuraduría de Derechos Humanos

Los hechos no demuestran una “vocación” del régimen por reparar a las víctimas de violaciones a los derechos humanos, sino todo lo contrario.

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La expresidenta interina de Bolivia, Jeanine Áñez. Foto / EFE

Por El Diario de Hoy

2021-03-14 9:03:42

"He visto en el señor presidente una vocación por reparar a las víctimas, por que haya justicia por los atentados contra los derechos humanos que hubo en el conflicto”, dijo el Procurador de Derechos Humanos al programa 8 en Punto de Canal 33.
La frase no deja de asombrar y de ser preocupante, sobre todo si hacemos un recuento de las veces que el régimen le impidió al juez de El Mozote inspeccionar archivos de unidades militares, de la misma forma que trató de exculpar a los pistoleros del Ministerio de Salud acusados de asesinar a dos militantes efemelenistas, cómo perpetró el asalto a la Asamblea el 9F, todas las capturas ilegales y reclusión de miles de salvadoreños en campos de concentración y prohibición de entrar al país a otros miles por varios meses, desobedeció mandatos de la Sala de lo Constitucional y habló de fusilar a sus magistrados.
Esos hechos no demuestran una “vocación por reparar a las víctimas” de violaciones a los derechos humanos, sino todo lo contrario.
Las violaciones a los derechos humanos no son delitos comunes, abusos, feminicidios, estafas o faltas de individuos contra otros, lo que está tipificado en el Código Penal de nuestro país y en el “mundo mundial” como dice el aspirante a tirano vitalicio, sino de atropellos, amenazas y acosos del poder a ciudadanos que no tienen más recurso para protegerse que recurrir a las instituciones democráticas. Pero cuando una institución se pliega al poder, a reyes, dictadores, funcionarios de alto rango, la gente, el común de la gente, queda inerme, sin voz, sin quién por ellos.
La brutalidad, las fieras humanas sueltas contra sus semejantes como está sucediendo en Birmania, donde unos militares están asesinando sin freno alguno a los manifestantes que reclaman por sus derechos, por sus libertades, ponen al desnudo lo que sucede cuando el poder se ensaña contra sus semejantes.
El hombre es el lobo del hombre, advirtieron los romanos.
¿A qué instancia pueden recurrir los birmanos para detener las masacres que sufren?
La demencia de estos dráculas ha llegado al extremo de que ponen tatuajes a los manifestantes como opositores, convirtiéndolos en blancos, en personas que pueden asesinar por la noche, como ya está sucediendo.
La comunidad internacional ha reaccionado calificando los sucesos de Birmania como genocidio, pero los lobos —los Maduro, los Castro, los Ortega, el aspirante a sultán en nuestro suelo— hacen caso omiso de los regaños, de las airadas condenas que no pasan del papel en que están escritas, pues desde sus bastiones, sus búnkeres, se burlan de todo ello.
El búnker, el castillo, el cuartel de los genocidas birmanos es un lugar en que se ocultan para protegerse pero al mismo tiempo es una cárcel de donde no se atreven a salir, pues inclusive cuando van fuera se encierran en vehículos blindados y se hacen acompañar de soldadescas, guardias armados...
¿Qué temen? ¿Cuál es el susto permanente? La popularidad del cleptodesgobernante es la expresión químicamente pura de la chusmocracia, de la sinrazón desbordada y en igual manera como es un sostén para el dictador, en cualquier momento cambia de dirección y las consecuencias son impredecibles.
Ese momento puede presentarse cuando las expectativas, las promesas, el discurso populista, los “pasteles en el cielo” (the pies in the sky) muestran lo que son: quimeras, verborrea, dispensar a la gente atol con el dedo....

Pronto “las masas” se darán cuenta de que se han burlado de su buena fe...

En Birmania las calles están llenas de manifestantes que reclaman sus libertades, piden democracia, el derecho de guiar sus destinos.
A la inversa, pueblos engañados, pisoteados, a la postre se rebelan contra sus opresores, contra quienes sistemáticamente se burlan de ellos. Está sucediendo en Bielorrusia, donde el dictador ordena disparar contra la gente y puede en cualquier momento sellar el futuro de la dictadura de Putin “el envenenador”, heredero del estalinismo...
Las promesas, el discurso mesiánico del cleptodesgobernante en nuestro suelo, de la dictadura que Donald Trump vino a implantar, no pueden repetirse y repetirse y repetirse sin que, en algún momento en el cercano futuro, la gente, los salvadoreños, se den cuenta de que no tienen el propósito de ayudarle, de servirles, de aliviar sus tristezas y su creciente pobreza, sino de servir al clan “familiar”...