Debilitar el dólar es como serruchar el piso en que estamos parados

Ser un hábil negociante es una cosa, saber de economía es otra. Las actuaciones de Estados Unidos en este campo son la antítesis de lo que Adam Smith estableció en “La Riqueza de las Naciones”, la doctrina que abrió las puertas de la Revolución Industrial

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Roberto Hernández con su medalla de oro tras ganar la final del Tiro con Arco compuesto en los Juegos Panamericanos Lima 2019. Foto EDH / Cortesía COES

Por El Diario de Hoy

2019-08-14 7:46:25

“Debilitar el dólar” para hacer más competitivos los productos estadounidenses es la más reciente propuesta de la Casa Blanca, una medida que puede tener positivos efectos a corto plazo pero que causará muy negativos perjuicios posteriores.

“Debilitar el dólar” no sólo causa graves perjuicios a los ahorrantes y negocios de Estados Unidos y de las naciones y grupos que tienen reservas en esa divisa, sino que equivale a que un comerciante reparta dinero entre sus clientes para que luego ellos le compren mercancías.

Alemania es el segundo país exportador del mundo gracias precisamente a tener una moneda sólida, no a buscar beneficios a corto plazo como lo hacen, de acuerdo con Trump, los chinos.

Tan grande es la economía china en estos momentos que pueden darse el lujo de abaratar sus productos, más considerando que no sufren de las cargas “sociales” que son la plaga del mundo industrial, pues básicamente en China “el que no trabaja, no come”, sin tener a grandes sectores de la población casi viviendo de subsidios, como en Estados Unidos.

¿Por qué una moneda fuerte es la base de exportaciones competitivas?

La moneda fuerte —o más bien debemos decir “confiable” en el sentido de que no van a jugar con ella como pide el presidente Trump respecto al dólar— permite comprar a buenos precios materias primas, tecnología, asesorías, talento, creatividad. Las firmas líderes de diseño industrial, de investigación, de anticipar el futuro en una industria o actividad, se van con el mejor postor.

Debilitar el dólar es debilitar el piso sobre el cual uno está parado, serruchar la rama del árbol que nos sostiene.
Ser un hábil negociante es una cosa, saber de economía es otra. Las actuaciones de Estados Unidos en este campo son la antítesis de lo que Adam Smith estableció en “La Riqueza de las Naciones”, la doctrina que liberó al mundo del mercantilismo y abrió las puertas de la Revolución Industrial.

Nadie pone en duda la extraordinaria capacidad del Presidente Trump para hacer negocios y aprovechar oportunidades, pero una cosa distinta es entender la economía como ciencia, saber cómo operan mercados, el intercambio entre naciones, los procesos que determinan los costos de operación a nivel global.

Así como en “El Burgués Gentilhombre” de Molière, su personaje, Monsieur Jourdain, se asombra cuando le dicen que habla en prosa, el presidente Trump se sorprendería de saber que él es un mercantilista, lo que caracterizó a las naciones europeas antes de abrir su comercio al mundo.

El proteccionismo castiga al consumidor y aísla a las naciones

Los mercantilistas, lo diremos a nuestros lectores, sostenían que las naciones deben exportar lo que pueden, importar lo menos posible y acumular reservas de oro.

Mercantilismo es poner barreras a las importaciones en la creencia de que en tal manera van a fortalecerse las propias industrias y beneficiarse los consumidores, pero los resultados hasta el momento demuestran lo contrario: el costo de la vida para el estadounidense medio se ha encarecido, como es utópico pensar que gravando las importaciones de acero va a reactivarse la propia industria.

El proteccionismo, pese a lo que aparenta, castiga al consumidor, reduce sus opciones en los mercados, debilita las propias exportaciones, aísla a las naciones.

El mejor ejemplo de integrarse para crecer lo ofrece el Mercado Común Europeo, que ha levantado naciones que iban a la cola del resto.