Pasar por encima de las restricciones que impone el Código Electoral a los partidos y sus candidatos, que incluyen desde no hacer propaganda a partir de determinadas fechas y menos el día de la elección ni inaugurar obras (gestionadas por previos gobiernos), interferir y presionar en los recuentos y escrutinio, irrumpir en centros de votación y amenazar a representantes de otros partidos, comprar voluntades repartiendo computadoras y alimentos, está muy distante de ser un proceso “ejemplar” como lo calificaron algunos observadores de Estados Unidos. Hasta con las vacunas y las vidas de los salvadoreños jugaron en la previa semana.
Lo que muchos comentan, que quedó en evidencia y es un deber moral decirlo, fue el uso de recursos y fondos públicos para cargar los dados en favor de los candidatos del régimen. Y hay que recordar que el mal manejo de presupuestos de instituciones y ministerios para apoyar a candidatos es punible por la ley.
El expresidente francés Nicolás Sarkozy ya ha sido condenado a una pena de un año de cárcel, que será “a domicilio”, con una pulsera de seguridad mientras enfrenta más juicios por tráfico de influencias, uso ilegal de fondos públicos, “coimas”, lo que el aspirante a dictador en nuestro suelo, instalado por el expresidente de Estados Unidos, el racista Donald Trump, ha violado sin miramientos de ninguna clase, al punto que el exembajador estadounidense publicitaba su acercamiento con el cleptodesgobernante.
En sus comunicaciones al cleptodesgobierno, Estados Unidos enfatiza ahora en la exigencia de proteger la ley y la democracia, pero, sobre todo, eliminar la corrupción y respetar la libertad de expresión, la existencia de órganos de información independientes.
Cuando se habla de los pesos y contrapesos institucionales debe entenderse que además de los propios del sistema de gobierno está el principal, el decisivo, la libertad de expresión, lo que permite a la gente a externar tanto sus opiniones, sus apoyos, sus anhelos como asimismo denunciar abusos, sinvergüenzadas, atropellos, amenazas.
Desde el momento en que el aspirante a dictador asumió la presidencia con desplantes como no saludar a presidentes y representantes que llegaron a participar en el acto —una muestra más de su desbocada y enfermiza megalomanía— las amenazas y vejaciones físicas a periodistas, reporteros y fotógrafos de parte de los sabuesos que siempre lo rodean ha sido lo usual.
Cuando una periodista de EL DIARIO DE HOY fotografió a Bukele al depositar su voto fue zarandeada y sacada a empellones por unos esbirros del régimen, lo que durante la jornada electoral se repitió en varios lugares. La APES denunció al menos 23 agresiones contra periodistas cometidas por la Policía Nacional Civil.
A esto se agrega la violencia que funcionarios estaban fomentando para reabrir el centro de votaciones de la colonia Santa Marta, en el barrio de San Jacinto, al sur de la capital. Como se dice en una ranchera mexicana “Yo hago siempre lo que quiero, y mi palabra es la ley...”.
El cleptodesgobierno roba el futuro de niños y jóvenes salvadoreños
Esta clase de desplantes se asocia por siquiatras y médicos al consumo de sustancias y a una infancia desordenada, sin los adecuados mentores, cuando al niñito lo dejan pasar de caprichito en caprichito...
Como contraste, muchas personas de bien agradecen que al lado del amor que madre y padre les prodigaban desde su más tierna infancia, cuando era el momento, sabían corregirlos.
A los ceropensantes en nuestro suelo les debemos el trance, el horror, que sufre el país, el permanente saqueo, la irracionalidad y servilismo que va a instalarse como próxima legislatura, a un endeudamiento y desastre que tomara varias generaciones recomponer...
El asalto al poder roba a nuestros niños y jóvenes gran parte de su futuro...