Una enfurecida multitud irrumpió en la casa del presidente de Sri Lanka (antes Ceilán), se acostó en su cama y sus salones, se puso a nadar en la piscina y al final le dio fuego a la casa, destruyendo una biblioteca de dos mil volúmenes, la pérdida que más duele al ex-funcionario, que ha buscado refugio en Singapur.
Pero ese violento incidente no arregla en nada la situación de ese país, que se encuentra en la casi bancarrota: no puede pagar el suministro de gasolina y petróleo y corre riesgo de no poder adquirir ni los alimentos ni las medicinas que la población requiere, además de caer en impago de su deuda externa, encabezando, con nuestro El Salvador, la lista de naciones que se encuentran al borde del precipicio.
Literalmente ni una persona, ni una familia, ni una empresa pueden darse el lujo de “gastar como marineros borrachos” para despertarse ante la durísima realidad de que han caído en quiebra.
Como era de esperarse, el ministro de Hacienda ninguneó la idea de que estemos al borde de la insolvencia, pese a que, como lo desglosó nuestro columnista Paolo Lüers, desde hace rato el país ha caído en impago, pues se ha informado que debe el Fodes a los municipios, no ha pagado a los comercios y negocios que le suministran bienes y servicios, tiene deudas “por doquier”, a lo que se suma el hecho de que los bonos de “el Estado” (los que emite el régimen por sí y ante sí) son calificados como “basura” por evaluadoras de riesgo como Moody’s.
En el último mes, apenas TREINTA DÍAS, la deuda externa se incrementó en un diez por ciento, lo que debe de poner el pelo de punta a toda la gente que piensa o medio piensa en este suelo.
¿Qué piensa ahora un conocido candidato que decía: “El dinero alcanza cuando nadie roba”?
¿Corremos riesgo de caer en impago pese o debido a la enorme cantidad de préstamos que la sumisa Asamblea ha aprobado?
¿Dónde está todo ese dinero? ¿Es que esos caudales son literalmente tragados por un voraz agujero negro en el pleno centro de El Salvador?
Bien decía el presidente Bukele desde que se presentó como candidato para alcalde de San Salvador: “El dinero alcanza cuando nadie roba”. Si ahora falta —y es evidente que falta en “montos industriales”—, ¿quién o quiénes se metieron ese dinero en el bolsillo?
No rendir cuentas, o pasar presupuestos de una entidad a otra y luego alegar que no puede darse información “reservada” a quienes la soliciten, es una sinvergüenzada vieja, pero en estos tiempos en que todo es “reservado”, que todas las instancias que velan por dineros públicos o están siendo acosadas o simplemente dejaron de existir, se presta de maravilla para poner esos dineros públicos, producto del pago de impuestos, al alcance de la enorme fuerza gravitacional, el “agujero negro” que traga y traga y traga y traga….