La delincuencia sigue masacrando a las familias salvadoreñas

Esas tragedias se dan a diario, un promedio de nueve, sin que hasta el momento el saliente gobierno haya logrado acabar con la violencia, en parte porque ninguna guerra se gana cuando son cinco los funcionarios que dirigen una ofensiva

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Entre 2013 y 2018 las prendas terminadas han venido ganando terreno a las de maquila, pues mientras las de paquete completan un 68 % de las exportaciones totales de país, las de maquila un 32 %, de acuerdo con Camtex. Foto EDH/Archivo.

Por El Diario de Hoy

2019-03-18 6:35:17

La escena era desgarradora: una joven anegada en llanto por el asesinato de su hermano menor, “mi hermanito”, desaparecido dos días antes y luego asesinado en Jardines del Congo, Coatepeque, en el departamento de Santa Ana…

Esas tragedias se dan a diario, un promedio de nueve, sin que hasta el momento el saliente gobierno haya logrado acabar con la violencia, en parte porque ninguna guerra se gana cuando son cinco los funcionarios que dirigen una ofensiva, además de que por miedo a lo que escarben, rehúsan incorporar agencias policiales y de investigación del exterior.

A esto se agrega el hecho de que las pandillas han infiltrado los cuerpos de seguridad, sin que éstos encuentren cómo depurarse. No ponen gente capaz a elaborar una solución a tal problema. Y a causa de tal infiltración, cuando la policía llega a un lugar atacado por las pandillas, los pájaros han volado…

Es claro que las tormentas de hoy son resultado de los ventarrones que se vienen sembrando, desde la guerra de los Ochenta hasta las “treguas” de Funes, ahora acusado de saquear $351 millones de las arcas del Estado.

El primer paso para un efectivo combate a la violencia es revisar y anular las disposiciones garantistas como las leyes minoriles, que tienden un manto de impunidad sobre los menores de 18 años, convirtiéndolos en carne de cañón de las pandillas, que además los esclavizan.

La ley prohibe que se lleven registros de jóvenes delincuentes, que se les tomen huellas dactilares, se fotografíen, se anote el lugar donde viven y quiénes son sus familiares, información más que necesaria para ir tras sicarios o extorsionistas.

Hace muy pocos días publicamos en estas páginas un reportaje sobre la servidumbre a la que están sometidos 16 mil personas en nuestro país, un número mucho menor que los sometidos por las pandillas.

Otra vez el garantismo para unos y la carga ideológica contra otros

Gran parte del problema, resultado de la “gran sensiblería social” de políticos y diputados es el excesivo proteccionismo que las leyes dan a los delincuentes, comenzando por el hecho de que si no hay “testigos de vista”, un juez se ve forzado a liberar asesinos sin que valgan las circunstancias en que fueron detenidos y los antecedentes de tales individuos.

Tal cosa se dice que casi ocurrió con los pandilleros que asesinaron a la familia del entrenador de equipo de fútbol de Sonsonate, Omar Pimentel. Hay varios capturados que son parte de las pandillas que depredan la zona, pero no están procesados por el crimen, sino por otros delitos.

Que los jueces no puedan condenar a alguien si no hay testigos “de vista y oídas” es una herencia de viejos tiempos, cuando no había escuchas telefónicas, procedimientos científicos para examinar minúsculas evidencias, análisis de huellas dactilares, tejidos, pruebas de sangre, cámaras de vigilancia… liberar asesinos por “falta de testigos”, cuando hay fuertes indicios y otras evidencias contundentes, es dejar gente inocente a merced de monstruos.

A esto se agrega que pareciera que algunos jueces llegan a sus estrados dispuestos a condenar a quienes los hayan cuestionado, a personas contra quienes no hay pruebas de culpabilidad, sólo porque se dice que son “ricos”.
“Sacudan, señores jueces y magistrados, el polvo que cubre sus relojes…”.