El asesinato de la familia de Omar Pimentel nos golpea a todos

Esa realidad que aflige muchísimo indica que se debe solicitar ayuda externa para montar un efectivo sistema de recopilación de inteligencia y a la vez de estrategias para erradicar el crimen organizado en todas sus variantes.

descripción de la imagen
Los trabajos de secado que se realizan en el beneficio de la cooperativa San Carlos Dos son a doble turno.El patio y la infraestructura data de mediados del siglo pasado. Foto EDH/Mauricio Cáceres.

Por

2019-02-10 10:34:12

Omar Pimentel no está solo en su profundo dolor, pues las personas de bien en esta tierra lo acompañamos, compartiendo la congoja que ha causado la atroz y sin sentido muerte de sus seres queridos.

Ese drama, por desgracia, lo vive El Salvador día a día, desde el caso de la joven universitaria que fue ultimada en Soyapango pocos meses antes de graduarse —una ilusión que la hizo escribir un mensaje contando de su felicidad—, como el de los nueve policías asesinados en lo que va del año, o el asesinato de una madre y el abandono de su pequeño hijo en una finca de Ataco, o el del joven estudiante que repartía postres en Perulapía.

Hay un clamor general en nuestra tierra pidiendo que se nos devuelva a todos la seguridad, que la prioridad de todo gobierno sea proteger a la población y erradicar las enloquecidas pandillas, con las extorsiones, con las permanentes amenazas que cada persona sufre y que es la pesadilla diaria.

La demencia desatada, uno de los resabios de la guerra de los años 80 en El Salvador, es la nube negra en el horizonte de todos en este suelo, aun de los mismos sicópatas que pueden ser muertos por otros sicópatas de la banda contraria.

Nadie está plenamente a salvo. A tal extremo llega la demencia de que matan a niños, como la muchachita de Ahuachapán a la que le gustaba jugar de que iba a la escuela pero que nunca llegó a realizar su tierna ilusión, o la otra niña de Apopa, de solo 6 años, que fue asesinada por unos criminales en moto que también le dispararon al padrastro de ella.

El único pecado de la familia de Omar fue volver a Sonsonate por la noche y al sufrir un desperfecto en su vehículo se detuvieron a arreglarlo, como él relata, momento en el que fueron rodeados por los criminales que a los pocos minutos los atacaron a machetazos, para luego llevarse los cadáveres y enterrarlos en una finca de Nahuizalco, donde fueron encontrados e identificados por la policía, que ya capturó a seis de los endemoniados.

La amarga lección también para todos es que ya nadie puede transitar libremente en caminos del interior después de la puesta del sol.

Acabar con ese flagelo debe ser la principal prioridad del gobierno entrante, de todo gobierno y de toda persona sensata.

No hay plan efectivopara detener al crimen

Es evidente que las estructuras de seguridad de nuestro país no acaban de entender el problema ni logran diseñar un plan efectivo para erradicar la violencia, a lo que se agregan las fracasadas “treguas”, facilitadas por Funes, como él mismo lo reconoció y llegó al extremo de ir a justificar a tales bandas en la ONU y la OEA, diciendo que también ellos “tienen que dar de comer a sus familias”, criterio que ampararía desde el narcotráfico, la trata de personas y los secuestros, hasta el contrabando de toda naturaleza.

Esa realidad que aflige muchísimo indica que se debe solicitar ayuda externa para montar un efectivo sistema de recopilación de inteligencia y a la vez de estrategias para erradicar el crimen organizado en todas sus variantes.

Ya antes una misión francesa estuvo en el país asistiendo a las autoridades de aquel momento, lo que avala que de nuevo pidamos ayuda a otros, como puede ser una misión chilena o española, como las que formaron la Guardia Nacional en el siglo pasado para la protección del interior del país y cuya supresión dejó esas áreas como “tierra de nadie” que ahora depredan las pandillas.

Lo esencial es sacar a la nación del infierno en que se encuentra…