Viajar renueva el espíritu y fortalece los corazones

Los viajes son salud mental y física, pues además de desconectarnos de la rutina, hacernos pensar diferente, idear proyectos, disfrutar y dar calidad de tiempo a nuestras familias, nos permiten caminar que es un ejercicio simple pero efectivo; salir al campo, respirar aire puro, oxigenar nuestros cerebros, escalar, bicicletear, practicar deportes, correr y nadar.

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El ataque del guatemalteco contra los dos hermanos salvadoreños se produjo en la zona del puente Arce, de San Francisco Menéndez. Foto EDH /

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2018-11-14 9:01:28

Se dice que “viajar es morir un poco”, pues quien retorna es una persona distinta, pero no los que están culturalmente difuntos desde antes de partir a otros parajes.

En su emblemática “Solo se trata de vivir”, el compositor argentino Litto Nebbia canta que “viajando se fortalece el corazón, pues andar nuevos caminos te hace olvidar el anterior…”.

Los viajes son salud mental y física, pues además de desconectarnos de la rutina, hacernos pensar diferente, idear proyectos, disfrutar y dar calidad de tiempo a nuestras familias, nos permiten caminar que es un ejercicio simple pero efectivo; salir al campo, respirar aire puro, oxigenar nuestros cerebros, escalar, bicicletear, practicar deportes, correr y nadar.

Un viaje, cualquier viaje, sea este a Apaneca y la Ruta de las Flores o a Bélgica debe prepararse, tanto en la logística del viaje en sí —rutas, transporte, alojamiento, costos diversos, el clima y la ropa adecuada incluyendo chaquetas para inesperadas bajas de temperatura— como equipajes, mochilas, carterones… Y cuando los viajes van a durar más de un día, los medicamentos, de haberlos.

Y una recomendación esencial para los periplos son zapatos adecuados, nunca nuevos, especialmente con suela de goma para caminar sobre empedrados, sean estos en los alrededores del Coliseo de Roma o en una de las destrozadas calles de San Salvador.

Luego viene lo cultural, puntos de interés, monumentos, paisajes… pero bien nos dijo una recién desaparecida amiga, “no vale la pena viajar para ir a playas o montañas, pues aquí tenemos eso, sino viajar para lo que no tenemos en casa”, como las murallas de Dubronik en Croacia o los tesoros del Louvre de París.

Un amigo, por su parte, nos contaba que fue a Nueva Delhi y le había espantado la suciedad y la pobreza y que, tan pronto pudo, volvió a casa…

Pero por no informarse se quedó sin ver el Fuerte Rojo, una maravilla de la arquitectura mogul, el pilar de hierro, e inclusive tomarse un día para visitar Agra y maravillarse con el Taj Mahal y otro fuerte Mogul.

Hay que viajar, pero también ilustrarnos sobre historias y tradiciones

Un viajero debe degustar lo que comen los locales, tanto si está en Florencia y le ofrecen Trippa alla fiorentina, o en Seúl y aun a riesgo de que en el guiso vayan partes a algunos pueden resultarles desagradables. En Italia se come jamón de burro y en Sicilia carne de caballo, de esos que después de una larga vida de fatigas terminan en la mesa de un siracusano.

Pero para comer cosas raras, rarísimas, nada como los chinos.

“Todo con medida, nada con exceso”, enseña la sabiduría popular, pero añadiremos, “después de estar bien seguros de qué vamos a ingerir y adónde”, pues una indigestión puede arruinarnos el periplo de nuestras vidas.

Un factor clave, como todos sabemos, en las excursiones locales es la seguridad pública, tanto la que pueden proveernos las autoridades como la que debemos procurarnos a nosotros mismos y nuestras familias, sobre todo no visitando lugares despoblados o riesgosos.

En lo posible y cuando los destinos sean completamente seguros, hay que llevar a los niños de la casa, haciéndoles participar en los preparativos del viaje y contándoles sobre lo que van a ver, por qué se hace el viaje, no separarse en ningún momento de sus papás… en los viajes a otros países o al Viejo Mundo, o a nuestros pequeños pueblos con sus historias y tradiciones, en lo posible hay que llevar a los niños, pues los recuerdos y lo que aprenden les perduran por toda la vida.