Venezuela languidece ante la indiferencia de los demás países

Allí no están los equipos jurídicos a la caza de exrepresores, como sí los ha habido para exdictadores y militares latinoamericanos, grupos que no descansan y se mantienen activos en los medios pero brillan por su ausencia frente a las violaciones de derechos humanos perpetradas por los regímenes de Venezuela y Nicaragua.

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Foto EDH/ Mauricio Cáceres

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2018-10-18 9:23:13

La negativa de la narcodictadura de Venezuela a recibir ayuda humanitaria del exterior agrava la situación de ese país, donde decenas de miles de personas mueren y otras huyen por falta de medicinas y alimentos básicos, advirtió el presidente de Chile, Sebastián Piñera, en su reciente discurso ante las Naciones Unidas.

Hay dos motivaciones del régimen para rechazar el ofrecimiento: la primera, que los chavistas roban parte de lo que se envía para usarla con sus secuaces; la segunda, la principal, que no quieren que delegados de países independientes constaten en el terreno el desastre por el que pasa Venezuela como consecuencia de su “socialismo del siglo XXI” que, siguiendo lo expresado por el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, tal socialismo es un capitalismo en provecho de unos pocos ladrones.

Piñera hace ver que ningún régimen está en su derecho de anular libertades y derechos esenciales de la persona, y las Naciones Unidas han perdido su capacidad de intervención, como en ocasiones lo hace enviando contingentes de Cascos Azules para restablecer la democracia en un territorio, de la misma manera que los franceses en África francófona: si uno de los países miembros es amenazado por cualquier grupo, Francia envía tropas para proteger la institucionalidad y solo regresan cuando la crisis se ha superado.

Chile, como gobierno, declaró Piñera, desconoce las fraudulentas elecciones últimas realizadas en Venezuela, las cuales no tienen validez al no existir garantías de transparencia y fiscalización.

Pero las cosas no están tan negras para Maduro, pues se toma su tiempo tranquilamente mientras sus compatriotas perecen ante la indiferencia de la “comunidad internacional”.

Allí no están los equipos jurídicos a la caza de exrepresores, como sí los ha habido para exdictadores militares latinoamericanos, grupos que no descansan y se mantienen activos en los medios, pero brillan por su ausencia frente a las violaciones de derechos humanos perpetradas por los regímenes de Venezuela y Nicaragua.

Una historia
de éxito al revés

Venezuela es una variante del cuento de la Cenicienta; la pobre huérfana recibe la visita de su Hada Madrina, que la lleva al gran festejo, donde encanta con su belleza y gracia al Príncipe, que luego la busca zapatilla en mano.

Pero Venezuela, hace ver Piñera, es una historia de éxito al revés: de ser una democracia sólida y de ser un país próspero con las mayores reservas de petróleo del mundo, es ahora una nación indigente, donde los recién nacidos mueren por no contar los hospitales con incubadoras pues no hay corriente eléctrica para que éstas funcionen: las incubadoras y cunas para los recién nacidos son cajas de cartón, preludio de infancias sin adecuada nutrición, lo que a su vez lleva a poblaciones de reducidas capacidades mentales.

El legado de Maduro va a ser un país con serias deficiencias en todos los órdenes, tanto económicos como vitales, como los socialistas del Siglo XXI están dejando a El Salvador por su incapacidad para resolver el grave problema de la violencia y el que un gran porcentaje de jóvenes son ninis, ni estudian ni trabajan.

Ningún pueblo del mundo debe renunciar a vivir en prosperidad, en democracia, en seguridad. Y la seguridad de la población, reiteró Piñera como es lógico, es el primer deber de un estado, lo que no es el caso ni en Venezuela ni en El Salvador.