El mejor homenaje al nuevo Santo es construir un mejor país

San Romero estaría cuestionando la indiferencia de las actuales generaciones frente a la corrupción y el dolor de los más necesitados, pero también que en aras de buscar soluciones fáciles se caiga en las redes de falsos mesías y payasos que prometen el paraíso pero que son más de lo mismo o algo peor.

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2018-09-26 9:26:26

Es un significativo homenaje que El Salvador entero festeje y cinco mil salvadoreños viajen al Vaticano para asistir a la canonización de San Óscar Romero, un obispo y mártir que mucho habría hecho por todos nosotros de no haber sido asesinado por quienes no querían críticos a sus infernales fechorías.

Como hombre de fe, reivindicaba la opción preferencial por los pobres, pero esto no significaba bendecir la lucha armada ni el enfrentamiento de clases, ni las masacres de militares ni atrocidades guerrilleras como estallarle una bomba en la cabeza a un Fiscal General. Al contrario, propugnaba un encuentro permanente de los distintos sectores en aras de una sana convivencia y el bien común.

Monseñor Romero condenó los abusos y las violaciones a los derechos humanos que cometían tanto las fuerzas gubernamentales como la incipiente guerrilla. Basta recordar su dramático mensaje de diciembre de 1978: “Yo quisiera lanzar un grito a todo El Salvador que dijera: Navidad sin presos políticos y sin secuestrados”. Se reflejaba así su preocupación tanto por la liberación de los opositores capturados por los militares de la época como a los empresarios e intelectuales secuestrados y que posteriormente eran asesinados por los grupos de extrema izquierda.

Así como condenaba los atropellos cometidos por los cuerpos de seguridad, también reprendía a los grupos que continuamente se tomaban los templos y cometían así una profanación.

Por tanto, es una burla y una irreverencia que la izquierda violenta reivindique su memoria como si hubiera avalado sus fechorías y que ahora los corruptos traten de arroparse bajo su sotana para cubrir sus millonarios robos y saqueos.

Si Monseñor Romero estuviera vivo entre nosotros seguramente estaría denunciando el pecado social, la corrupción, el despilfarro, la falta de medicinas en los hospitales, las escuelas cayéndose, la falta de empleo, las pandillas que toman de rehenes a comunidades, las calles destruidas y a una nueva oligarquía emergiendo entre quienes decían luchar por los pobres y que han resultado más voraces y descarados. Son los mismos que apostaban por que con su muerte habría un “chamorrazo” que empujaría a la gente a un insurrección ese marzo de 1980.

Romero no aprobaría la
violencia ni la corrupción
de quienes usan su nombre

Pero San Óscar Romero no está del lado de los arrogantes, de los vendepatrias, de los mantenidos con el saqueo de un pueblo. San Óscar Romero les estaría diciendo que dejaran de ponerle su nombre a toda calle u obra oficial y escudarse en su memoria para cometer toda clase de abusos, imposiciones y corrupción. Simplemente, diría, “pertenezco y morí por servir a todo el pueblo y a la Iglesia universal y, por tanto, no quiero ser utilizado para santificar las fechorías de unos pocos”. En ese espíritu, nos estaría exigiendo trabajar por un mejor país que estar enfrentados por ideologías inútiles como hace 40 años.

El Santo estaría cuestionando la indiferencia de las actuales generaciones frente a la corrupción y el dolor de los más necesitados, pero también que en aras de buscar soluciones fáciles se caiga en las redes de falsos mesías y payasos que prometen el paraíso pero que son más de lo mismo o algo peor.

Los santos son para todos y todos los hombres de buen corazón gozan de su amor y de tenerlo de pastor ante Dios. Los santos lo son porque gozan de la gracia de Dios, son un reflejo de la bondad y la misericordia divina. Son modelos para una nación y son santos para toda la humanidad, y muy especialmente para la humanidad doliente y atropellada. No hay santos propiedad de los violentos ni para los lobos humanos, las bestias desenfrenadas que martirizan a sus semejantes.

Para merecer a nuestro Santo, cada salvadoreño debe cuidar de los suyos, cuidar de las personas que les rodean, educar a sus hijos como personas de bien, proteger a nuestra Patria, esforzarse para lograr la convivencia pacifica de todos los salvadoreños.