Arrasar, asesinar, destruir, envilecer es la norma para la barbarie

El rescate es siempre difícil y en una medida incierto, pues se debe luchar contra los intereses de malvados, contra incomprensiones, contra la inercia mental de los que no quieren y usualmente no pueden pensar.

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2018-06-07 10:06:33

“Que mil flores florezcan” fue el llamado de Mao Zedong, uno de los más despiadados carniceros de la historia, al que se le atribuye la muerte de más de cuarenta millones de chinos, engañó a innumerables personas a manifestar sus ideas, su oposición al comunismo y su apego a las tradiciones culturales de la nación, lo que luego se tradujo en una represión brutal.

Las “mil flores” fueron el preámbulo de la llamada “Revolución Cultural”, que desató a hordas de enloquecidos a destruir gran parte del patrimonio artístico, literario y religioso de China, una pérdida que se mide en lo que los nacionalistas salvaron y que puede admirarse en el Museo Nacional de Taipei, que justifica un viaje como si lo hiciéramos para visitar el Louvre de París o las Galerías Uffizzi de Florencia.

Destruir es muy fácil; un picapedrero puede acabar con una catedral que tomó cientos de años en levantarse, dijo San Josemaría Escrivá de Balaguer. Y ello vale para instituciones, vidas dedicadas al intelecto que un criminal trunca, a la economía de una nación, como ha venido perpetrando la extrema izquierda con mucho de lo que costó levantar en nuestra tierra. O lo que fue Nicaragua, una hermosa nación ahora atacada por las bandas de “la juventud sandinista”, cretinos a sueldo de la dictadura de Ortega.

En Centro América se están escenificando dos versiones del mismo drama: la represión en Nicaragua para sostener una oprobiosa dictadura, y los intentos de presentar como exitoso un fracaso institucional, económico y moral de un régimen surgido de una guerra que dejó más de setenta mil muertos, más los asesinatos de intelectuales y empresarios a los que se marcaba para la muerte.

El rescate es siempre difícil y en una medida incierto, pues se debe luchar contra los intereses de malvados, contra incomprensiones, contra la inercia mental de los que no quieren y usualmente no pueden pensar.

Además, defender el botín se convierte en una obsesión maligna, más considerando lo que es el principio sagrado de los socialistas del Siglo XXI: lo robado, robado queda.

¿Cómo recomponer dos naciones,
El Salvador y Nicaragua?

Dura faena la de Norman Quijano, presidente de la Legislatura, que debe sanear la maltrecha res publica después del paso de un individuo como Funes por la presidencia y sus sucesores.

¿Por dónde se comienza cuando los buenos soldados recuperan sus ciudades saqueadas y diezmadas por vándalos?

Un paso necesario que prácticamente ya se consumó era anular las doscientas plazas “fantasmas”, que habrían sido una sangría de recursos para la Legislatura. No cuesta imaginar lo que tendrán en sus manos los nicaragüenses cuando recuperen su país, también saqueado hasta el hueso por los Ortega, que pese al rechazo interno e internacional continúan con la sangrienta represión que suma más de cien muertos.

Norman va a cortar los gastos y viáticos con que diputados sin vergüenza se regalaban a sí mismos, en sus viajes en carácter de valijas que cada cierto número de semanas hacían a Europa y otros lugares sin que eso aportara nada a la Nación.

La otra esencial tarea es ocuparse de que sean nombrados jueces de las diversas instancias y magistrados, profesionales sin vínculos partidistas o ideológicos que tuerzan sus fallos, como asimismo ocuparse de que el futuro Fiscal no sea un individuo sin moral ni que fabrique testigos ni mida a unos con distinta vara que a otros.