Cinco meses y todavía no se aclara el caso de Carla Ayala

Que en cinco meses la desaparición de Carla Ayala esté sin resolver y su principal implicado siga fugado o desaparecido, si es que verdaderamente lo está, evidencia el grado de indefensión en que está la gente de este país.

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2018-05-31 10:31:36

Cinco meses después de que fue vista con vida, las autoridades policiales y fiscales no han aclarado lo que sucedió a Carla Ayala ni dónde se encuentra su cuerpo ni cuál es el paradero de quien la desapareció, el que le disparó luego de una reunión navideña del extinto Grupo de Reacción Policial (GRP).

El lugar donde la infortunada joven fue herida y luego sacada de allí, moribunda según se ha dicho, estaba con numerosos policías y además efectivos expertos en operaciones especiales y protección de personalidades, pero nadie se ha presentado a aclarar lo que sucedió, lo que manda una señal alarmante a los ciudadanos: qué clase de protección pueden estos agentes dar al conglomerado si un hecho que ocurre bajo sus narices no se esclarece, lo que es o complicidad grave o incapacidad sin sentido.

A esto se suma el hecho de que no se ha conocido una lista de quienes estaban en el lugar, quién organizo la reunión y quién la autorizó. Pero es obvio que todos se encubren, lo que los vuelve cómplices de lo que le haya sucedido a la joven policía.

Como se ha dicho, la agresión a Carla Ayala sucedió en una reunión de un cuerpo desmantelado pero que mantiene, hasta donde se sabe, en activo a sus miembros. Muchos testigos, pero ningún juez ha podido esclarecer el caso, mucho menos llegar al cuerpo del delito y al hechor.

En otros femenicidios las autoridades han dado rápidamente con los autores de esos repudiales hechos, incluyendo uno en que se siguió la trayectoria de dos teléfonos celulares, el de la víctima, la periodista Karla Turcios, y del hechor, su compañero de vida, para apresarlo y enjuiciarlo. Lo grave es que en este caso todo apunta a una conspiración del silencio que nadie ha logrado romper, inadmisible en todos los sentidos, aunque los jefes policiales han expresado reiteradamente su intención de esclarecer cuanto antes los hechos. Sin embargo, es inexplicable que haya pasado tanto tiempo y no se sepa nada de víctima ni de victimario.

La norma ha sido encubrir, negar, destruir documentos

Encubrir al secuaz, al cómplice, al tonto útil (así los calificaban los primeros bolcheviques a los que se prestaban a sus maniobras sin ser parte de los iniciados), al “compañero de viaje”.

Nadie se extraña de esos mantos de silencio, pues esa ha sido la norma de siempre del actual grupo en el poder. Solo hay que recordar cómo se han quemado documentos, escondido información, negado incluso a jueces los registros de movimientos tan simples como las bitácoras de conductores de vehículos.

Que en cinco meses la desaparición de Carla Ayala esté sin resolver y su principal implicado siga fugado o desaparecido, si es que verdaderamente lo está, evidencia el grado de indefensión en que está la gente de este país frente a los poderes público: si les conviene aclaran, si no les conviene no aclaran lo que a una persona puede haberle sucedido.

En los tiempos de la gloriosa pero hoy despanchurrada Unión Soviética las líneas aéreas de ese país, las oficinas en el exterior, etcétera, se caracterizaban por tener siempre corridos los cortinajes de las ventanas o simplemente no tener ventanas; todo se fraguaba o movía en el mayor de los sigilos.

Y cuando un buque de guerra soviético tocaba puerto, los marineros bajaban a tierra pero en formación para que ninguno hablara con los locales, bajo la mirada del oficial que iba tras el rebaño.