Sin una masa de consumidores ningún país prospera largo tiempo

Los que al “final del día” deciden son las clientelas, las personas que al comprar o dejar de comprar orientan los mercados y obligan a productor o comerciante a “ponerse las pilas” y satisfacerlos, bajo pena de ir a la quiebra.

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2018-02-19 9:46:49

“Los economistas de los bares”, que se ensañan contra productores, funcionarios, gobiernos y países son implacables en sus conclusiones: “todos son corruptos, las empresas se manejan con arreglos entre amigos, además de que les conviene que la gente no prospere para pagar bajos salarios…”, etcétera.

Pero hay un primer escollo: aunque un fabricante se siente mejor relacionándose con otros fabricantes amigos como proveedores de partes, distribuidores, vendedores, los que al “final del día” deciden son las clientelas, las personas que al comprar o dejar de comprar orientan los mercados y obligan a productor o comerciante a “ponerse las pilas” y satisfacerlos, bajo pena de ir a la quiebra.

En cuanto a la leyenda de que el productor, comerciante, profesional de servicios o lo que sea, se beneficia del bajo nivel de ingreso de trabajadores, empleados o comerciantes independientes, ellos estarían cavando sus propias tumbas, pues se quedan sin clientelas, sin compradores.

Mientras mayor sea el poder adquisitivo de los pobladores de un país, más van a prosperar sus hombres de negocios; la pobreza generalizada de Haití se debe precisamente a que no hay grandes o medianos negocios que suministren a la gente lo que esta necesita: todo se maneja a pequeña escala, la maldición del tercer mundo.

La historia desmiente esas nociones con el caso de la llamada “revolución industrial” primero y el invento de la línea de montaje por Henry Ford años más tarde: lo que valió fue precisamente que al masificar la producción se incrementó exponencialmente la demanda; sin esa masa de compradores ni los fabricantes ingleses ni los estadounidenses hubieran prosperado. Ford decía que la linea de montaje posibilitaba pagar mejores salarios para que sus obreros pudieran comprar sus automóviles.

Los productores, como las amas de casa prudentes, los cabezas de familia, los dueños de talleres, se ven forzados a cuidar sus costos, reducir gastos, ahorrar, pues quien no lo hace se expone a endeudarse o caer en la bancarrota. Ford pagaba buenos salarios a sus obreros, en parte porque al iniciar sus operaciones no tenía competencia. Pero al surgir fuertes competidores, en su caso la General Motors, como todos se vio forzado a ajustar salarios de acuerdo a las tablas vigentes en el mercado.

En todo mercado
los clientes son los que premian o castigan

El caso de Ford ilustra otro fenómeno: el de sobreextender negocios cuando las cosas marchan bien para luego verse forzados a ajustarse a las nuevas condiciones. Una empresa puede comprar más maquinaria que la requerida, o un comerciante poner filiales y agrandar su almacén, para verse forzados más tarde a reducirlo todo y despedir personal, lo que es siempre doloroso. Ford debe haber sufrido mucho cuando a consecuencia de la depresión causada por la caída de la bolsa, se vio forzado a cerrar plantas y cesantear mano de obra.

Hay corrupción en el mundo, pero en los tratos diarios de un país, la gente actúa con decencia, tanto las clientelas como los oferentes, Si compramos un electrodoméstico o un vehículo, creemos todos en las garantías que se ofrecen y en la buena fe del vendedor; la regla es que todos actúan en base a una confianza generalizada.

En los mercados el cliente es el rey supremo, el que dirige la orquesta, premia la eficiencia y saca del mercado a pícaros y a los menos capaces.