YouTube y las batallas culturales

Los vloggers de política y cultura con más suscriptores son los que se presentan a sí mismos con contenidos “anti-establishment”, pues para escuchar más de lo mismo, o razonamientos políticamente correctos, están los medios tradicionales de comunicación.

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El ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro, dijo en conferencia de prensa ofrecida el 21 de mayo de 2021 que el caso de Chalchuapa se maneja por parte de la prensa de una manera "triste", "malintencionada" y "torpe" . Foto EDH/ archivo

Por Carlos Mayora Re

2021-05-21 8:32:49

Si uno tiene curiosidad y quiere saber qué canal de YouTube es más exitoso, lo más sencillo es ir a la plataforma y preguntárselo. Aparecerán criterios como el número de horas que las personas se conectan a un canal determinado, la monetización que los youtuberos (como los llama la RAE) alcanzan con sus contenidos, la retención de audiencia, el valor de la publicidad, y –por supuesto-, el número de suscriptores.
Como son muchos factores, la red social sólo toma en cuenta uno: el número de suscriptores. Pues bien, actualmente existen en el mundo más de mil canales que superan los diez millones de suscriptores, mientras con más de cincuenta se encuentran solamente seis; y con más de cien millones, dos. De esos “gigantes” la gran mayoría se dedica al entretenimiento, más que al pensamiento.
¿Qué transmiten, de qué hablan? No de historia, literatura, sociología, política… se ocupan, principalmente, de temas de entretenimiento. Es un fenómeno mundial: música, parodias, consejos de belleza, videojuegos, humor, acapara los suscriptores.
Sin embargo, en la plataforma también hay lugar para el análisis político y social; hay youtuberos que se han convertido en referencia en la formación de opinión pública, en la orientación al voto, y en la viralización de mensajes político-propagandísticos.
A priori, YouTube podría parecer ideal para la exposición de ideas y generar debates, pues permite desarrollar un tema más profundamente que lo que es posible hacerlo con los pocos caracteres de Twitter, con mayor alcance que Facebook, y mejor comunicación que Instagram; además, la plataforma da oportunidad para los comentarios de todos los videntes, permite enfrentar distintas perspectivas ya sea en una entrevista, una tertulia, una mesa redonda, o un coloquio , y posibilita que quien participe dé su opinión y sea responsable de ella, pues al fin y al cabo, la línea editorial de un youtubero es él o ella misma.
Los verdaderos protagonistas de la plataforma -en lo que a política y cultura se refiere-, son los llamados “vloggers” (o video blogueros); quienes, si bien comparados con los youtuberos que se dedican al entretenimiento y a las frivolidades, cuentan con muchísimos menos suscriptores, les llevan ventaja (y mucha) a los seguidores y suscriptores de los canales de YouTube de los medios tradicionales de comunicación.
En el caso de los vloggers “la persona es el mensaje”. En sus canales hay una “hiperpersonalización”, que hace que el protagonista sea más importante que el contenido. En YouTube es crucial el qué, pero mucho más el cómo. ¿Cómo lo hacen?: editan y publican sus videos con un “tono desenfadado (con frecuencia incluso vulgar), y utilizan el recurso al humor y al montaje deliberadamente amateur, como expresiones de esa autenticidad que se busca, y que seduce al espectador”.
Son los soldados de una nueva guerra cultural: la que se da entre una “derecha” (conservadora) políticamente correcta y una “izquierda hipermovilizada” (o progre), irreverente, auténtica y audaz, que tiene como caballos de batalla la no-corrección política al servicio de temas raciales, de orientación sexual, de identidad minoritaria, etc.
Querer clasificar los canales de acuerdo con el nivel de profundidad intelectual con que tratan los temas es tarea imposible, pues la inmediatez de las discusiones, la actualidad de los temas y la necesidad de lograr suscriptores por encima del deseo de defender verdades, hace inviable querer entender los asuntos con razonamientos de fondo.
Sin embargo, los vloggers de política y cultura con más suscriptores son los que se presentan a sí mismos con contenidos “anti-establishment”, pues para escuchar más de lo mismo, o razonamientos políticamente correctos, están los medios tradicionales de comunicación.
YouTube y sus habitantes se han convertido en una especie de conciencia colectiva que expone con desparpajo no sólo las fallas del sistema, sino sus vísceras obscenas. Y, ya se sabe, lo obsceno siempre ha sido atractivo para la curiosidad popular.

Ingeniero/@carlosmayorare