Cartas desde el Frente: pirómanos

Aman el unánime grito de miles de lobotomizados regidos por un solo líder y resguardados por un solo lema. Se sienten cómodos y defendidos dentro de la multitud.

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Socorristas de Comandos de Salvamento informaron que el incidente fue reportado a la 1:45 p.m. Foto EDH/ Yessica Hompanera

Por Alonso Correa

2020-12-02 5:54:28

Hemos visto, a lo largo de estos diez meses, la peor cara de la sociedad. Hemos sido testigos del caos organizado, la ruptura de amistades y el odio generalizado. Estamos entrando en un terreno muy delicado, el de una comunidad rota. Nos acercamos al barranco de la antipatía social, del rechazo germinado desde el hogar, del sectarismo y de la pobreza moral.
Se ha destruido la unificación por los méritos, el deber de ganarse el respeto y el derecho de trabajar por conseguirlo. Han demolido la valía de la obligación, del honor y de la sensatez. Intercambiaron estas virtudes por la ofensa y la rabieta. Han dividido y catalogado a todo ser pensante por su color y su sexo. Ya no es necesario demostrar que se puede ser capaz de llevar a cabo un trabajo, ahora solo hace falta llorar por ese trabajo y demostrar tu indignación en las redes sociales.
Porque han sido muy tibios con el grupo de los resentidos y estos han logrado implantar sus ideas en nosotros. Para ese grupo el talento, el compromiso y la seriedad son bondades lejanas a ellos. Han sido carcomidos por la envidia y ahora desean que se les premie el hecho de soñar. Pero al verse rechazados por algunos pocos que se rehúsan a aceptar estas directrices, han explotado. Y su ira es casi divina, solo se calma con sacrificios y los adeptos de estas fétidas ideas han salido a la caza de nuevas ofrendas. Han saciado ya su hambre de atención y ahora buscan calmar su apetito de poder. Conseguir por fin el control del resto. Su sueño es poder decidir acerca de los demás sin contradicciones. Convertirse en los jueces únicos de la nación.
Los responsables del declive ético odian que se les lleve la contraria porque no saben cómo debatir, sus argumentos se desvanecen con un análisis lógico y sus contraargumentos son inexistentes. Detestan el pensamiento propio porque ellos mismos son pacientes de las masas. Aman el unánime grito de miles de lobotomizados regidos por un solo líder y resguardados por un solo lema. Se sienten cómodos y defendidos dentro de la multitud.
¿Y cómo hacen para calmar las vendettas de aquellos a los que acusan, aquellos a los que queman y a los que sacrifican? Utilizan la culpa como escudo. Han empezado con la separación de la sociedad como si fuera una tabla Pantone.
Sus ansias de atención han hecho que su lucha se vuelva contra ellos y su ineptitud les ha impedido corregir el rumbo de esta. Pero las incongruencias no son problema para esta masa, son como polillas detrás de una lámpara que se tambalea. Para ellos lo que vale no es aquello por lo que combaten, si no lo bien que se vean haciéndolo. Porque eso es todo para la amalgama sin cerebro, la forma en que los vea su comunidad.
Pero al final, como todas las masas sin leyes que han aparecido a lo largo de la historia terminará desapareciendo y olvidándose. Lo que une a un grupo humano no es servir a un señor, ni alzar una utopía; es lograr la comodidad en una sociedad estable. Por eso los grupos regidos por pirómanos tienen un contendiente que nunca podrán derribar: el tiempo. Podrán retrasar su evaporación, pero jamás podrán evitarla y más habiéndose ganado la cólera de todos los que se negaron a sumarse a sus filas. [©FIRMAS PRESS]

Periodista panameño