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Deshumanización

El vivir bajo una dictadura atroz trae consigo perder elementos tan básicos como la libertad (en todas sus manifestaciones). Si además se encuentra preso en esa clase de regímenes, pierde su dignidad al estar expuesto a torturas y constantes vejaciones. En otras palabras, un proceso que le convierte prácticamente en un ser animal.

Por Kelly Cruz
Estudiante ESEN

La RAE define la palabra “deshumanizar” como privación de caracteres humanos a una persona. Otros conceptos encontrados en internet definen que se trata de un proceso mediante el cual el ser humano pierde parte o todas las características que le definen como tal. Es mediante ese proceso que va perdiendo las características más innatas y elementales que lo aleja de su esencia como tal.

Para que el lector entienda mejor, permítame dar un ejemplo: el vivir bajo una dictadura atroz trae consigo perder elementos tan básicos como la libertad (en todas sus manifestaciones). Si además se encuentra preso en esa clase de regímenes, pierde su dignidad al estar expuesto a torturas y constantes vejaciones. En otras palabras, un proceso que le convierte prácticamente en un ser animal.

En un mundo como el actual es fácil perderse en el individualismo, resultando oportuno deshumanizar al enemigo para que pague por su crimen, aun cuando no estamos seguros de si realmente lo cometió. El cerebro procesa diferente cuando se deshumaniza a una persona o se tiene aversión por ella, acabando con un repudio hacia la misma, en la cual el respeto a sus derechos y libertades se dejan de lado. Hay que recordar que una persona no deja de serlo por cometer delitos. Atentar contra su dignidad parece la solución más fácil, pero deshumanizar a una persona para juzgarla no soluciona el problema y mucho menos propicia la reinserción que se pretende con su castigo, con el fin que no repita su error. Por el contrario, se ha demostrado que la discriminación que sufren disminuye sus posibilidades de reinserción social y aumenta las de su reincidencia a los actos delictivos.

Implementar soluciones como arrestar a cualquiera que parece ser parte de una estructura criminal, parecer resolver el problema a corto plazo, con el riesgo que a la larga termine siendo contraproducente. Las problemáticas, como la delincuencia, parecen requerir soluciones más complejas que estas o, por lo menos, que sean complementadas con otras. Se debe ser consciente que actualmente cruzar el umbral de un centro penitenciario es dar un paso hacia un espacio cerrado en el que la violencia está presente, casi como una compañera de celda. Las personas tienen que aprender a funcionar en unos parámetros que solo sirven para la vida en la cárcel, pero que no corrigen, enriquecen ni mejoran a nadie. Debemos enfrentar la realidad y percatarnos de que estos sitios funcionan para acrecentar y centralizar el resentimiento hacia un sistema social injusto.

La vida de las personas que se encuentran detenidas demuestra la ausencia de políticas sociales adecuadas y la deficiencia de un sistema de justicia que no cuenta con una óptima normativa, además muestra un régimen penitenciario injusto que experimentan las personas que no siguen las reglas con las que se rige la sociedad. En el momento en el que una persona es privada de su libertad por cometer un delito, si ha sido juzgada correctamente, tendrá que cumplir con una doble sentencia. Debe enfrentar lo impuesto por un juez, pero además lidiar con el rechazo social. Por ello, es primordial asegurarles un proceso legal que respete tanto sus derechos humanos como su dignidad. Hay que cambiar y mejorar ciertos paradigmas; tratar los problemas de raíz.

Si bien uno de los deberes del Estado es garantizar nuestra seguridad, como ciudadanos debemos reflexionar para tener una participación activa en la salvaguarda de la seguridad de nuestro país.  Un primer paso es trabajar en reducir y eliminar los perjuicios. Esto conlleva a generar entornos más seguros y estables para que nuestros niños y jóvenes se desarrollen, ya que una manera de revertir la gran ola de violencia que vivimos es atender a los adolescentes, quienes son los que están en proceso de crear su identidad. Brindar un contexto sano y educativo eficaz forma una herramienta que los aleje del delito como forma de vida y, probablemente, sean más comprometidos con la sociedad

Sin embargo, no hay que perder de vista que, aun cuando el trabajo individual, el de las familias y los sistemas escolarizados es importante, es también primordial que se generen políticas públicas eficaces que traten las problemáticas como la pobreza, la falta de empleo, el hacinamiento, entre otros; así como que se creen programas continuos que promuevan el desarrollo de las capacidades de las niñas, los niños y los adolescentes para evitar que incurran en actos delictivos.

 

 

Estudiante de Ciencias Jurídicas

Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)

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