El pastor de estrellas y el sombrero de mago del poeta

Cuando yo era niño mi padre poeta me regaló su sombrero inglés de la posguerra que le pedí. Con el tiempo descubrí que en verdad era un sombrero de mago. De él mi lejano ilusionista sacaba poemas, estrellas y conejos en la pista del teatro de la vida. Una noche, mirando al universo, le pregunté el nombre de las estrellas. Supuse que algunas habían salido de su sombrero mágico. Entonces me contó la historia de un pastor que -para no olvidar el nombre de sus ovejas- le puso el nombre de una estrella a cada una de ellas. El tiempo pasó y, en cierta forma, aprendí a ponerle a mis sueños el nombre de los astros. Pero un día el sombrero de copa desapareció. Algún fantasma lo habrá robado -pensé. Con los años -muchos años- las manos del tiempo me devolvieron -feliz e inesperadamente- el sombrero perdido del poeta. Ahora lo tengo en mi habitación y -hurgando dentro de la copa del mismo- encontré la luz de las estrellas de aquel cielo lejano, los versos al amor que robó el destino y los sueños que despertaron alguna vez. La nostalgia me roba algunas lágrimas. Porque para escribir un verso a la vida se tiene que reír, amar y a veces llorar el vuelo de algún sueño perdido. <“El Espantapájaros sin Paraíso” C. Balaguer-Amazon>