El mensaje de Margaret y William

Las palabras de la británica Margaret Keenan, la primera persona en Occidente en ser vacunada contra el COVID-19, fueron estremecedoras: “Si yo la puedo recibir a los 90 años, entonces usted también puede recibirla”, dijo

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Foto Cortesía

Por Gina Montaner

2020-12-15 6:49:08

El pasado 9 de diciembre fue un día conmovedor para muchos. Tras la aprobación de emergencia en el Reino Unido, una serie de personas comenzó a recibir la primera dosis de la vacuna de Pfizer-BioNTech. Algunos de ellos lloraban en las imágenes que dieron la vuelta al mundo y a quienes las veían en sus televisores también se les encogía el corazón. Al cabo de casi un año desde que estalló la pandemia, se vislumbra el camino gradual para poner freno a la propagación de un virus que se ha cobrado tantas vidas.
Llevábamos meses a la espera del anuncio que daría luz verde a vacunas que los científicos han estado desarrollando con voluntarios, en busca de resultados para inmunizar a la mayor cantidad de personas. Y cuando llegó tan ansiada ocasión comprendimos que somos testigos de un acontecimiento transcendental, inmersos en una pandemia global con repercusiones devastadoras.
Las palabras de la británica Margaret Keenan, la primera persona en Occidente en ser vacunada contra el COVID-19, fueron estremecedoras: “Si yo la puedo recibir a los 90 años, entonces usted también puede recibirla”, dijo. Con gesto sosegado, agradecía poder reunirse con su familia en las fiestas navideñas tras largos meses de aislamiento. La señora Keenan es consciente de que su ejemplo servirá para que muchos se animen a hacer lo mismo a pesar de las reticencias que pueda despertar una vacuna que se ha elaborado contra reloj. Como ella, un señor llamado William Shakespeare, también residente de la localidad de Coventry, se sentía afortunado. Bill, como es conocido entre sus amigos, fue vacunado en el mismo centro hospitalario, donde los dibujos de sus nietos lo han reconfortado en este periodo que ha sido particularmente cruel para las personas de la tercera edad.
A lo largo de este tiempo lleno de incertidumbre y de una fragilidad que ha salido a flote durante los confinamientos, no han faltado los que niegan la existencia del virus; los que han minimizado la importancia de las medidas de mitigación como el uso de mascarillas y la distancia social; los que han convertido la pandemia en un arma de polarización política. A pesar de los más de 300,000 muertos que han colocado a Estados Unidos a la cabeza de los países desarrollados con mayor número de víctimas por COVID-19, desde líderes religiosos a políticos irresponsables han azuzado un discurso que contraviene los hechos científicos en nombre de puras supersticiones y teorías de conspiración. Una vez iniciado el proceso de vacunación, el gran reto consistirá en incentivar a la gente a vacunarse para contribuir a la “inmunización de rebaño”, que sólo será efectiva si al menos el 70% de la población es vacunada.
Por lo pronto, quienes hemos esperado como agua de mayo la llegada de las vacunas nos sumamos al optimismo de los dos abuelos británicos y del personal médico que ha comenzado a inmunizarse. Sin poder reprimir las lágrimas, en Gales recordaron a los enfermos de coronavirus que murieron bajo su atención. Han sido malos tiempos para los médicos y enfermeros que en el mundo han arriesgado sus vidas (o han fallecido) al atender a pacientes en unidades de cuidados intensivos atestadas y sin apenas equipos de protección sanitaria.
Por supuesto que una nueva vacuna puede conllevar ciertos riesgos y cada cual pondrá en la balanza lo que considere que está en juego. Pero lo que es innegable es el trauma que se arrastra desde que comenzó esta pesadilla: la riada de muertos. Los familiares, amigos y conocidos infectados. La presión constante para proteger a los más vulnerables e impedir a toda costa que acaben solos en hospitales donde la única compañía la ofrecen los atribulados profesionales de la sanidad. Si va acompañada de transparencia y una eficaz campaña de incentivación, pesarán más los beneficios de la vacuna que la desconfianza que ésta pueda generar.
Me consta lo particularmente doloroso que resulta para quienes todavía están de duelo por haber perdido a un ser querido, no poder compartir con ellos este momento histórico. Los que se fueron lo habrían dado todo por verse en el lugar de Margaret Keenan y William Shakespeare. [©FIRMAS PRESS]

Periodista/Twitter: ginamontaner.