Un necesario regreso

No puede ser que la revisión de los últimos tuits, una actualización de las noticias o una navegación sin objetivo específico en YouTube sean más importantes que la lectura de un buen libro o de artículos de interés profesional.

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Foto: COES

Por José María Sifontes

2019-07-26 6:59:49

Antes tenía dudas, al menos en lo que a mí concierne. Ahora ya no. El Internet, las Redes Sociales y los teléfonos inteligentes me están —nos están— esclavizando. Ya no podemos pasar mucho tiempo sin revisar los últimos tuits, el Instagram o Facebook. Al escuchar el tono o el sonido de la vibración del teléfono nos apresuramos a ver de qué se trata, incluso si estamos conversando, trabajando o incluso comiendo. Antes regañábamos a nuestros hijos por pasar demasiado tiempo en el teléfono o la computadora, les decíamos que se estaba volviendo una compulsión. Pero esa compulsión nos contagió a todos, no sólo a los jóvenes que crecieron con un teléfono en la mano y que no tuvieron la oportunidad de vivir cuando estos tiranos tecnológicos no existían.

Se había acuñado un término, Nomofobia, para describir a aquellas personas que entraban en angustia y hasta pánico cuando se daban cuenta de que no tenían su teléfono a mano, que lo habían olvidado en casa, y sólo volvían a la normalidad cuando lo tenían de nuevo consigo. El término ahora resulta obsoleto pues esta reacción es ahora prácticamente universal. Ya no es, entonces, una enfermedad o un síntoma, pues las enfermedades son excepciones a la normalidad, pero ¿si todos lo padecemos? Tener reacciones nomofóbicas es hoy la regla, no la excepción.
Aun así, yo creía que esta conducta con tintes compulsivos no tenía mayor relevancia, que simplemente era parte de la vida moderna, resultado de haber entrado en una era más tecnológica, y que no habría consecuencias importantes. Pero es más complicado de lo que pensé. Sí hay consecuencias, y son negativas. Desde mi adolescencia he sido muy aficionado a la lectura. El leer ha sido mi hobbie, mi escape, mi consuelo y hasta una buena herramienta para mi trabajo. He sido buen cliente de librerías y tener siempre un par de libros en curso era lo usual. No podía considerar el día como terminado sin un tiempo de lectura, la que fuese, desde clásicos hasta ciencia ficción o artículos científicos para mantenerme al día. Pero recientemente caí en la cuenta de un hecho que quizá había estado ahí pero que por alguna razón no le había puesto atención. Habían pasado muchos meses sin que terminara un libro y sin visitar una librería. De forma imperceptible habían dejado de existir los “libros pendientes” y, lo más triste, esa sensación de placer que tenía de llegar a la noche y continuar una lectura que había dejado en suspenso. Las Redes Sociales han venido sustituyendo todo eso, han ido ganando terreno, han cambiado hábitos que tenían décadas de ser parte de la vida.

Voy a hacer algo, y lo primero es aceptar que el problema existe, una buena autocrítica. No puede ser que la revisión de los últimos tuits, una actualización de las noticias o una navegación sin objetivo específico en YouTube sean más importantes que la lectura de un buen libro o de artículos de interés profesional. De las noticias de todos modos me enteraré mañana. YouTube es entretenido y puede ser interesante, pero es volátil, se olvida al poco tiempo. Lo que deja la lectura de libros es más duradero, a veces permanente. He resuelto bajar el consumo de redes sociales, limitar el tiempo que les doy y dejar íntegra la noche para volver a los libros. Es necesario este regreso, está decidido.

Médico siquiatra