Un mal camino

A muchos les tocará volver a movilizarse en buses de los que no hay suficientes para absorber la demanda que viene; o usar sus vehículos, lo que resultará más caro. Es como amputarse el dedo por un uñero o darle fuego a la casa por un nido de cucarachas.

descripción de la imagen
Foto de referencia/ Pixabay

Por José María Sifontes

2019-11-01 6:11:54

Cualquiera hubiese creído que, entre los países latinoamericanos, Chile era de los que menos probabilidades tenía de llegar a un nivel de conmoción social como el que se ha visto en los últimos días. Pero ahí están los hechos, protestas multitudinarias, disturbios, muertos y detenidos, destrucción.
Ante el alza, discreta en realidad, de la tarifa del metro, se alzaron protestas cada vez más violentas que culminaron con la destrucción de buena parte de este sistema de transporte en varias ciudades del país. A muchos les tocará volver a movilizarse en buses de los que no hay suficientes para absorber la demanda que viene; o usar sus vehículos, lo que resultará más caro. Es como amputarse el dedo por un uñero o darle fuego a la casa por un nido de cucarachas. También se protesta por los peajes en las carreteras. Los transportistas y conductores en general sólo consideran el gasto que tendrán y no ven el envidiable estado de calles y autopistas por las que transitan, comparables con las del Primer Mundo. Se exige educación gratis, sistema de salud gratis y muchas otras cosas gratis.
¿Tienen estas protestas alguna justificación? Algo habrá que origine el descontento y frustración, pero no es fácil determinarlo. Los parámetros económicos de Chile, los números puros, han sido y siguen siendo bastante buenos, y aunque no está aún entre los países económicamente desarrollados, es en Latinoamérica de los que más se acercan. El PIB per cápita es de los más altos de la región, la inflación se ha mantenido baja y se encuentra entre las naciones que han logrado mayor reducción de la pobreza, junto a Costa Rica y Trinidad y Tobago. Muchos chilenos, pobres unos años atrás, ahora son de clase media, y la extrema pobreza casi ha desaparecido. En todas las grandes ciudades del país se observan migrantes venezolanos y haitianos, que han encontrado oportunidades que no existían ya en sus tierras.
En la búsqueda de explicaciones se han formulado algunas teorías que, en ciertos casos, sólo son formas de reafirmación de ideas preconcebidas. De las que más suenan está la que sugiere que es la desigualdad social lo que ha originado el enojo de la población. Es posible. De acuerdo con el Coeficiente de Gini, Chile se encuentra entre los países con alto crecimiento y alta desigualdad. La desigualdad, dicen, genera frustración pues los ciudadanos de las capas medias miran con resentimiento la brecha que existe entre ellos y los ricos. Este coeficiente, sin embargo, hay que tomarlo con cautela pues un país puede tener un nivel de desigualdad bajo simplemente porque todos son pobres. Los Estados Unidos tienen un grado de desigualdad alto debido a que es el país que tiene el mayor número de millonarios en el mundo.
No siempre la desigualdad tiene repercusiones negativas desde el punto de vista del bienestar de la población, depende de qué efectos produce. Y puede producir un efecto en la psicología social, sentimientos de insatisfacción y frustración en grandes sectores, que ante un detonante pueden producir una reacción en cadena. Lo ideal, por supuesto, es que un país logre tener un alto crecimiento y una baja desigualdad, que la prosperidad sea compartida. Esto se logra a través de la educación, de la creatividad, del esfuerzo individual y colectivo y también de reglas claras, oportunidades y honestidad. No se logra destruyendo, arrebatando, exigiendo imposibles. Es una lástima que esto no lo hayan entendido muchos chilenos.

Médico siquiatra.