Un bastión en la batalla de la paz

Pedro Nikken construyó, en impecable armonía, con Álvaro de Soto, la figura del amigable componedor con la dosis precisa de responsable libertad para sugerir planteamientos y registrar posiciones que nadie estaba dispuesto a asumir de manera formal en la mesa de negociaciones.

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Foto Por EDH-AFP

Por Salvador Samayoa

2019-12-12 7:47:02

Parte vital del dream team que representó a Naciones Unidas en el caso salvadoreño fue el brillante jurista venezolano Pedro Nikken, que asesoró en forma permanente a Álvaro de Soto y a los negociadores salvadoreños, desde mayo de 1990 hasta la firma del acuerdo de Chapultepec. Pedro Nikken no era funcionario de Naciones Unidas. Fue reclutado específicamente para la batalla por la paz en El Salvador. Su entrega y su contribución fueron realmente encomiables y decisivas para el éxito de las negociaciones. Su inteligencia rápida y creativa se mantuvo en todo momento produciendo textos alternativos y soluciones de compromiso cuando los negociadores no encontraban salida posible a los continuos entrampamientos. En su computadora personal se registraron las interminables versiones sucesivas de los textos con sus puntos de acuerdo y sus puntos pendientes.
La negociación era una confrontación intelectual, y la inteligencia de Nikken era, como se ha señalado, fina, ágil y extraordinariamente creativa. La negociación era un debate político, y en esta dimensión fue siempre sobresaliente su sensibilidad, apertura y capacidad para discernir y deslindar los problemas sustantivos y los problemas de imagen que presentaba cada una de las partes.
La negociación era también una terca, desconfiada y minuciosa lucha por las palabras, por el sentido, por la solidez o la vulnerabilidad de las palabras en las que se expresarían los compromisos políticos y las garantías para ambas partes, como en todo pacto, convenio o contrato. En este ámbito, tanto las dotes y los recursos de Álvaro de Soto, como los de Pedro Nikken, fueron sobresalientes. Más aún, fueron sorprendentes. Su capacidad para ensayar redacciones alternativas con finísimos giros para sortear las resistencias y superar las desconfianzas demostró ser prácticamente inagotable.
Pedro Nikken realizó a lo largo de todo el proceso, las funciones de un líbero dentro del equipo de Naciones Unidas. No estaba amarrado de la misma manera que Goulding o De Soto a las formalidades propias de un funcionario. Sus enfoques no eran los de un diplomático de carrera. Su representatividad ante terceros era oficiosa más que oficial. Su ascendiente en los negociadores estaba enraizado exclusivamente en la sensibilidad que mostraba para interpretar los intereses legítimos de ambas partes. No tenía la última palabra y por eso podía pronunciar todas las palabras intermedias imaginables, con el único límite de su propia creatividad y de su propia percepción acerca de la viabilidad de las fórmulas que proponía. Tenía el espacio y el talante necesario para cultivar, con más latitud que sus compañeros de equipo, la amistad con los negociadores del FMLN y del Gobierno. Sus actuaciones podían ser más relajadas. Tenía espacio para hacer el imprescindible trabajo informal de exploración y persuasión en los pasillos. No absorbía directamente, como Álvaro de Soto, las descomunales presiones políticas y diplomáticas inherentes a una negociación tan conflictiva. Podía sugerir, sin compromisos, soluciones hipotéticas a los problemas y captar las reacciones que los negociadores expresaban —también sin compromisos— ante tales sugerencias.
En otras palabras, Nikken construyó, en impecable armonía, con Álvaro de Soto, la figura del amigable componedor con la dosis precisa de responsable libertad para sugerir planteamientos y registrar posiciones que nadie estaba dispuesto a asumir de manera formal en la mesa de negociaciones.
Con estos insumos informales se construyeron muchas veces las soluciones posibles que solo se plantearon en la mesa después de ser ablandadas a través de mecanismos que no suscitaban ansiedades o aprensiones inmanejables en los negociadores.
Las funciones que realizó Pedro Nikken, como pieza clave de una sutil estrategia de equipo de la Secretaría General de Naciones Unidas, encajaron en todo momento con su propio talento y talante. Debe decirse también, aunque parezca a simple vista una anotación marginal y superflua, que además de versatilidad y brillante productividad, Nikken aportó una virtud de imponderable valor en unas negociaciones preñadas de tensión, desconfianza y latente hostilidad. Aportó un extraordinario sentido del humor que fue providencial en muchas ocasiones para distensionar el ambiente y suavizar las actitudes, tanto o más importantes a veces que las diferencias políticas entre las posiciones que debían aproximarse para el éxito del proceso de paz.
Javier Pérez de Cuéllar, Álvaro de Soto, Marrak Goulding y Pedro Nikken integraron el potente y bien afinado motor de las negociaciones por parte de Naciones Unidas. Junto a ellos, un equipo de asistentes políticos de alto nivel, como Michel Pelletier y Blanca Antonini, asumió de manera permanente diversas responsabilidades suplementarias, trasladándose a tiempo completo, durante semanas enteras, a los diversos escenarios de las negociaciones de paz. Su excelencia profesional y su entrega de día y de noche, en días hábiles y en fines de semana y vacaciones, rebasaron con creces las obligaciones normales de un funcionario internacional y contribuyeron a configurar una característica muy particular del trabajo de Naciones Unidas en el proceso salvadoreño.

(Tomado del libro El Salvador, la reforma pactada de Salvador Samayoa, firmante de los Acuerdos de Paz de 1992)