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Tráfico, fútbol y violencia

Por María Alicia de López Andreu
Empresaria

Abundan artículos, entrevistas y opiniones de personas que, en su calidad de expertos o de víctimas, señalan una crisis cada vez más profunda en salud mental.

Cierto. Basta con salir de casa para sentir la violencia que genera el tráfico. Igual sucede en el fútbol, tan pobre y sucio, que juega nuestra “selecta”. O al encontrarnos con un grupito de estudiantes, saliendo de clases. El factor común es un irrespeto absoluto hacia todos y hacia todo, un ser “goliyeros”, ofensivos, agresivos, malcriados y resentidos. Desafortunadamente, esa actitud se reproduce en las nuevas generaciones.

 Eso es lo que vemos y vivimos. ¿Qué hacer? 

De nuevo, la educación sería un elemento básico para contrarrestar esa situación. Difícil, porque parece que la agresividad ya forma parte de nuestra idiosincrasia. Pero, lejos de darnos por vencidos, debemos poner un mayor y permanente esfuerzo para que la paz y la solidaridad vengan a formar parte, nuevamente, de nuestra vida cotidiana, sustituyendo esa violencia que enrarece nuestro ambiente.

 El tráfico es cada vez más difícil porque el parque vehicular ha crecido desmesuradamente. Pero en otros países también viven ese problema, pero su actitud para afrontarlo es muy diferente. Por ejemplo, en un cruce de calles, es usual que el conductor que lleva la vía deje pasar a UNO de los que están esperando para seguir su camino. Aquí, lo usual es que el cruce ya esté cerrado por algún “vivo” que se atraviesa y se apodera de la calle, con prepotencia y altanería. Y, si alguien tiene la buena actitud de ceder el paso a quien está esperando cruzar, se encuentra con que los que vienen detrás de ese vehículo se aprovechan de su buen gesto, abalanzándose y siendo ellos los que agravan el problema.

 Todo esto y más podría aliviarse si hubiera campañas educativas, gubernamentales y de la empresa privada (distribuidores de vehículos, empresas que venden artículos relacionados, como repuestos, lubricantes, llantas, etc.). Eso podría hacer mucho para aliviar el caos vehicular, educando a conductores y peatones con campañas alusivas, amenas y bien diseñadas.

 Además, y eso de verdad podría hacer la diferencia, es vital que en todas las entidades, especialmente en las escuelas, se dé la importancia que merece la salud mental, mediante hacer asequible el poder recibir la ayuda necesaria. Y tomar iniciativas que se vuelven indispensables. Por ejemplo, que las personas que en dado momento representen a El Salvador, ya sea como funcionarios o como deportistas, pasen un examen minucioso que determine qué tan saludables o enfermos están mentalmente, para evitar problemas por su comportamiento.

 Y, por supuesto, todos aquellos que, por elección popular o por nombramiento asumirán un cargo público, deberían pasar primero por un examen clínico y otro psiquiátrico, que determinen si tienen las condiciones mínimas, relativas a su salud, para asumir esa responsabilidad. Esto, en añadidura a tener todas las calificaciones académicas y de experiencia que los faculte para ser funcionarios. Y librar así a los salvadoreños de caer en manos de drogos, ineptos e incapaces mentales.

 La mayor responsabilidad reside en el hogar: es allí donde debe practicarse, ante todo, el respeto, para que este llegue a formar parte de la naturaleza de cada uno, erradicando esa agresividad que, desgraciadamente, salta ante un mínimo contratiempo. Si todos nos esforzamos, las futuras generaciones no sufrirán la violencia que ahora padecemos.

Empresaria

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Opinión Salud Mental Tráfico Violencia

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