Todos somos cómplices

Creo que tiene razón la señora ministra, en Educación todos somos cómplices. La nota de la PAES nos alcanza a todos por igual

descripción de la imagen
Plaza San Marcos. Foto EDH / AFP

Por Jorge Alejandro Castrillo

2019-11-15 6:58:18

En la entrevista que escuché, ella empleó el término socios o asociados, no recuerdo bien. La idea que defendió era que durante los años anteriores no se había hecho clara la relación entre el sector público y el sector privado en ese ramo. Que dada la mala relación que se había generado entre ambos sectores en razón de las ideologías encontradas de uno y otro, los privados habían tenido algún temor de colaborar con la educación pública. Pero que ella estaba consciente del gran aporte que el sector privado había venido dando a la educación y que estaba convencida que durante su gestión se aminorarían los temores, se allanaría la relación y, esperaba, se incrementaría la colaboración. En ese contexto lo dijo: educación es una de las áreas en las que tenemos que ponernos de acuerdo como nación si queremos prosperar, es un espacio en el que todos somos socios.
La señora ministra de Educación es una de las funcionarias del presente gobierno a quien se la nota con menos sed de cámaras y micrófonos, a los que tampoco parece rehuir y ante los que se ha manejado bien en las pocas oportunidades que he tenido de escucharla. De hablar pausado, breve y seguro da la impresión de ser una mujer con características de mesura, aplomo y racionalidad. En lo personal eso me entusiasma: de funcionarios, prefiero al que no aparece mucho en medios pero que cuando lo hace tiene algo sustantivo que comunicar. Mi mente llena los espacios vacíos con imágenes de dicho funcionario en su despacho, trabajando o en visitas al terreno. Educación es una de las carteras en las que, si los titulares no conocen bien el terreno con anterioridad, tendrán que arreglar sus agendas para visitarlo periódicamente. Incluso, no es mala idea que contraten a alguien de su entera confianza, le asignen una camioneta todo terreno y le den por toda misión que se mantenga cuatro días en el interior y el quinto les reporte sus hallazgos: eso le dará sentido a las veinticinco reuniones de programación y seguimiento que tendrán la semana siguiente. Una sola cosa más: les tendría que decir toda la verdad y tendría que ser alguien con experiencia en docencia. Les sugeriría que, en la intimidad de sus oficinas, hagan un dibujo de lo que imaginan que es la escuela típica del país, que lo guarden en el cajón y lo revisen al final de su gestión. Seguramente se llevarán más de una sorpresa.
Es evidente que este gobierno dispensará especial atención a la temprana infancia. Ojalá y sepan distinguir bien qué de ello es competencia de esa cartera de gobierno, de lo contrario, asumirán muchas más tareas de las que pueden desempeñar con eficacia. Tengan presente que la mejor atención a la primera infancia es por interpósitas personas: las madres y padres de los niños. Hay que tener sumo cuidado de no liberarlos de sus responsabilidades en el afán por ayudar a los peques. ¡Tendríamos un aumento en la tasa de natalidad que no les cuento en el próximo quinquenio! A raíz de los resultados de la PAES, predichos en esta columna desde hace meses, escuché hablar al señor viceministro de las habilidades blandas que están de moda. Pues bien, muchas de esas habilidades, por ejemplo, son mejor enseñadas en la casa que en la escuela, desde los primeros años y consistentemente a través de toda la vida escolar de los chicos. Por eso, entre otras cosas, creo que tiene razón la señora ministra, en Educación todos somos cómplices. La nota de la PAES nos alcanza a todos por igual: a los padres por no dar a la educación familiar la importancia que tiene y el tiempo que demanda, a los profesores (de los alumnos que no la pasan) por no preocuparse activamente porque sus alumnos aprendan lo mínimo que el Estado exige, a los directores por no ejercer su labor de liderazgo (ánimo, supervisión y acompañamiento) de la mejor manera en sus escuelas, a las autoridades por no haber sabido disponer la parte del aparato estatal bajo su responsabilidad para la principal misión que tiene asignada y el resto de la sociedad por conceder tan poca atención real a la educación. Entendámoslo de una vez: en educación todos somos cómplices. La educación no sólo se recibe 200 días al año en la escuela en las horas de clases, nos educamos desde la familia en que nacemos y educamos en todos los ámbitos en los que nos movemos hasta que morimos (solo algunos privilegiados siguen educando hasta después de idos).
Buenos vientos hinchen sus velas durante su corto viaje, señora ministra. Se lo deseamos de corazón quienes vivimos de cerca y todos los días los resultados de la labor educativa.

Psicólogo.