El desafío de Francia: retomar el control de su destino

El blanco está bien escogido, las armas adaptadas a una sociedad que parece desarmada, desmovilizada frente a una violencia inédita, de grupos islamistas que llevan un proyecto político con lo que falta hoy en día en Occidente: la convicción en sus valores, en su identidad, en lo justo de su acción.

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Por Pascal Drouhaud

2020-10-23 7:00:56

Desde el 15 de octubre pasado y tras el atroz asesinato de Samuel Paty, profesor de historia decapitado en la ciudad de Conflans Sainte Honorine, cerca de París, por un refugiado checheno de 18 años, Abdullah Anzorov, Francia oscila desde varios días entre estupor, consternación, compasión y, ahora, cólera.
Una vez más, Francia ha sido víctima de un atentado que hace temblar los pilares de una República atacada. Esta muerte, que representa simbólicamente, un golpe contra la escuela, parece ser la muerte de demasiado. Las autoridades nacionales, empezando por el propio presidente Macron, pusieron un apellido sobre el adversario, definido claramente como el enemigo de la República Francesa: el integrismo islamista.
Es bien conocido en el exterior por Francia que lo enfrenta, militarmente, en regiones como en el Sahel, en África, por años. La Operación Barkhane, que moviliza con aliados africanos e internacionales, 5000 militares franceses, está operado en lo que podemos calificar de “frente del exterior”. Pero en la sociedad francesa, en sus fronteras nacionales y de alta mar, el desafío lleva ahora sobre su propia existencia e identidad.
Desde hace años, las alarmas y alertas sobre una comunitarización de la sociedad francesa, acompañada por un reforzamiento del radicalismo activo, no paraban. Crímenes y atentados ocurrieron, creando en el principio susto, indignación, consternación. Movilizaciones, marchas como la de enero de 2015 después del atentado contra el semanario humorístico “Charlie Hebdo”, en enero de 2015, fueron momentáneas pero rápidamente absorbidas por el cuerpo social del país.
Atentados como el de París en noviembre de 2015, con 137 muertos y 413 heridos; el drama de Niza, el 14 de julio de 2016, con 86 muertos, son parte de los 100 los actos de violencia que ocurrieron desde 2013.
Cada uno tenía una carga simbólica en una estrategia que podemos asilar a una forma de guerrilla: impactar la opinión pública, aterrorizar, difundir el temor en el cuerpo social del país y penetrar los órganos estructurales. Es decir, ganar influencia para llegar a un punto de no retorno y vencer.
Rechazan la idea de una integración nacional, negando las reglas de la República, y la escuela sufre diariamente de estas consecuencias, lo cual revela una estrategia en marcha.
¿Por qué Francia ? Por varias razones : una inmigración mal controlada, un simbólico laicismo en Europa ligado a la idea de una sola comunidad nacional compuesta de ciudadanos con los mismos derechos pero también los mismos deberes, recibiendo la misma educación, beneficiando de un acceso a los servicios de salud, de ayuda social, gracias a la solidaridad nacional creada dentro de otros con una repartición de los impuestos. Tantos esquemas que permitieron a Francia reconstruirse desde de la Primera Guerra Mundial y sobre todo después de 1945.
Una relación refundada con la religión a través de la ley de 1905, estableciendo la separación del Estado y de la Iglesia, conocida como la ley sobre la laicidad, tantos pilares de un vivir en conjunto que están desapareciendo, por se está fragmentando, dislocando, el tejido nacional. Y ese proceso es inevitable a partir del momento que las olas de inmigración desde los años 1980 no fueron bien enmarcadas en términos de medios de integración y de éxito social, con un reconocimiento según el criterio del mérito republicano.
La idea según la cual existe una sola y única comunidad, esa voluntad jurídica de igualdad para no decir igualitarismo, animando a Francia desde tiempo, se está desmayando frente a los ataques de la franja radical que toma control de la situación.
Para ellos, las reglas religiosas, la “Sharia”, prevalecen sobre las reglas republicanas. Llevar la vela, la oposición constante a la historia, crece en países como Francia, donde actualmente, la falta de confianza en su propia cultura, historia, lleva a alturas que se traducen por la destrucción de estatuas simbólicas. Un medio ambiente negativo está creado, limitando -para no decir bloqueando- la capacidad y el deseo de integración tanto como la movilización de la comunidad nacional que puede pensar que ya es demasiado tarde.
El tema de la laicidad es central: en el espacio privado, garantiza la libertad de creer. En el espacio público, se trata de la neutralidad del Estado. En fin, el espacio civil (las calles, parques etc..) donde debe establecerse un principio de discreción según un principio sencillo: la expresión de mi fe vale tanto y hasta que no hace daño a otro tanto como al orden público. Pero, esos principios están confrontándose a la modernidad del siglo XXI: en esta, el papel de las redes sociales, en términos de sensibilización, movilización, es grande.
En ese contexto, atacar Francia no es una casualidad. Es un blanco bien definido y central. La organización de su Estado laico, su educación que transmite la noción de una universalidad de ideas democráticas y de la Libertad, dentro de la cual la libertad de expresión, es inaceptable para los islamistas, quienes no solamente se apartan de la República, sino buscan cómo someterla. Las armas son las de una guerrilla hoy en día.
El blanco está bien escogido, las armas adaptadas a una sociedad que parece desarmada, desmovilizada frente a una violencia inédita, de grupos islamistas que llevan un proyecto político con lo que falta hoy en día en Occidente: la convicción en sus valores, en su identidad, en lo justo de su acción.
La sociedad francesa se sintió protegida durante demasiados años, protegida: por la construcción europea, por un Estado providencia, por pensar que las ideas del “Siglo de las luces” del siglo XVIII eran eternas. Una forma de pereza elaborada sobre la fuerza de costumbres pudo haber ganado el espacio social y aún más en tiempos numéricos, donde las nociones de fronteras y de identidad han vuelto para muchos virtual. Hoy en día, Francia debe escoger: someterse o ponerse de pie para enfrentar un peligro cuyo objetivo es destruirla.

Politólogo francés y presidente de LATFRAN.