Trabajo en casa

Aunque  parezca imposible, no hay que olvidar que  Dios creó a la mujer con la capacidad de hacer varias cosas a la vez, seguir diferentes conversaciones y cambiar instantáneamente el disco duro, para realizar actividades diferentes a lo planeado.

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Falleció Hugo Ottensen, exgloria de Alianza. / Foto: Captura de imagen de Youtube.

Por Teresa Guevara de López

2020-08-29 6:22:55

El teletrabajo es una realidad desde hace algún tiempo en los países desarrollados, para ayudar a las mujeres a  hacer un  balance entre desarrollo profesional y trabajo en el hogar. La pandemia del coronavirus y la cuarentena hizo que en nuestro país fuera la única manera de salir adelante. Sin análisis previos, ni consultas, ni encuestas, las mujeres salvadoreñas saltaron desde sus oficinas  para realizar  sus jornadas laborales  en su propia casa.

Fue un salto mortal que, como toda moneda, tiene dos caras.  Hay ahorro de tiempo y gasolina al evitar perder  entre  una  y dos horas en los embotellamientos obligados por el desorden del tráfico.  Permite  un horario flexible, para  organizar adecuadamente el trabajo del hogar y estar pendiente de los hijos.

Pero este nuevo escenario  presentas situaciones inéditas  que toca enfrentar y constituyen un verdadero reto.  La cuarentena,  el temor al contagio  y la falta de transporte público  hizo desaparecer la figura de la  empleada del hogar,  por lo que las tareas domésticas se sumaron al teletrabajo.  Y al  confirmarse  que el sistema educativo no contaría con clases presenciales y para que los alumnos  no perdieran el año, era necesario adquirir el equipo para que pudieran conectarse.

Inversión obligada en tabletas o laptops para cada estudiante, hacer arreglos para aumentar la capacidad del internet, estar vigilantes que estuvieran conectados y pendientes de sus clases, en lugar de distraerse con videos.  Aumento de la tarifa eléctrica y del internet y lograr una distribución adecuada en los diferentes espacios de la casa.

El problema se agudiza en las casas pequeñas, cuando los padres deben estar constantemente conectados en reuniones con los ejecutivos de sus empresas, colaboradores y conferencias internacionales, donde no hay manera de evitar que se escuche el llanto del bebé, los gritos de los pequeños, el perro ladrando, el gallo del vecino, los ruidos del tanque en el servicio sanitario, y todo el bullicio  de  la calle.

Hay que interrumpir para comenzar a preparar el almuerzo, recibir el súper o la verdura que se pidieron a domicilio, poner la ropa en la lavadora, si se cuenta con este útil electrodoméstico, tender la ropa si toca la suerte que no es día de temporal, y proceder a doblar la ropa limpia,  guardarla en los respectivos armarios y tratar de encontrar tiempo para hacer limpieza, barrer, trapear, sacudir y, si hay jardín, recoger las hojas,  alimentar a los perros y sacar la basura.

Aunque  parezca imposible, no hay que olvidar que  Dios creó a la mujer con la capacidad de hacer varias cosas a la vez, seguir diferentes conversaciones y cambiar instantáneamente el disco duro, para realizar actividades diferentes a lo planeado. Pero también, con una enorme capacidad de organización y un admirable sentido  de prioridades. Es así como el encerramiento forzoso puede convertirse en una gran oportunidad educativa, al formar con los miembros de la familia de todas las edades, un verdadero trabajo en equipo que beneficie a todos.

El conocimiento del carácter de cada uno de los hijos permitirá la asignación de tareas haciendo a cada uno responsable de realizarla a cabalidad para beneficio de todos.  Arreglar sus habitaciones, poner la mesa, lavar trastos, secarlos y guardarlos. Preparar los menús para la semana y encargarse de la cocina, atender la puerta y, sobre todo, acostumbrarse a un tiempo de sobremesa para platicar sobre las andanzas y malandanzas del día, para que la convivencia obligada pase de ser una tragedia, a convertirse en un momento de sana convivencia que luego todos recordarán.  Dios bendiga a estas súper mujeres.

 

Maestra.