Superando obstáculos

Experiencias de vuelo desagradables, noticias de catástrofes aéreas recientes y hasta estrés laboral o preocupaciones familiares pueden contribuir a agravar la situación.

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Plaza San Marcos. Foto EDH / AFP

Por José María Sifontes

2019-11-15 7:03:37

El tema podrá parecer trivial a muchos pero no lo es ni un tanto para aquellos que se ven afectados. En la mayor parte de casos no constituye una enfermedad mental propiamente dicha pero ocasiona graves perturbaciones y puede interferir significativamente en el desarrollo profesional así como en el aprovechamiento de oportunidades. Me refiero al miedo a volar, a esa aparentemente sencilla acción de tomar un avión y trasladarse rápidamente donde se necesite ir.
De acuerdo con algunos estudios el miedo a volar afecta aproximadamente a un 15 por ciento de la población. Esta tasa no incluye a todas las personas que experimentan cierto nerviosismo al abordar un avión. Un grado leve de ansiedad es normal, especialmente para quienes no viajan con frecuencia o han dejado de hacerlo por largo tiempo. Después de todo, para un ser humano volar es antinatural. La estadística se refiere a los que el volar les produce un considerable estrés y comienzan a angustiarse desde el momento que tienen un viaje por avión en perspectiva, o aquellos que definitivamente rechazan toda posibilidad de viajar por avión. La mayoría de personas podrá sentir alguna inquietud pero jamás rechazaría un viaje por este motivo, y tampoco describirían sus experiencias de vuelo como una insufrible tortura que no pudieron evitar. Esa es la diferencia.
A una persona con miedo a volar no le alivia mucho que le digan que viajar por aire es infinitamente más seguro que hacerlo por tierra, que hay más posibilidades de tener un accidente fatal en casa que en un avión, que los aviones comerciales están obligados a tener un óptimo mantenimiento y que los mismos tienen varios back ups en caso de que algo falle. Esto es porque la ansiedad extrema no permite percibir el lado objetivo de las cosas.
Hay dos causas principales que producen el miedo a volar. La primera, y más obvia, es el temor a que el avión se estrelle y morir. La segunda tiene un componente más fóbico y es el miedo a sufrir un ataque de pánico en la cabina del avión. Tendencias claustrofóbicas y fantasías de reaccionar con conductas descontroladas están relacionadas a esta segunda condición. Experiencias de vuelo desagradables, noticias de catástrofes aéreas recientes y hasta estrés laboral o preocupaciones familiares pueden contribuir a agravar la situación.
En un mundo cada vez más globalizado el transporte aéreo es y será la forma más eficiente de viajar, por lo que no es cosa de descartar esa posibilidad y adoptar un Plan B. Es esencial superar el miedo a volar. Las formas de lograr esto varían pues cada caso es particular. Lo primero es determinar cuál es la razón que determina el miedo, entre las dos descritas anteriormente. Un resultado exitoso depende mucho de este factor. La gravedad es otro elemento a considerar. El manejo va desde lo más simple como es la habituación, es decir la exposición a repetidas experiencias de vuelo hasta que la mente se adapte y el temor desaparezca, pasando por el uso de fármacos ansiolíticos, hasta la intervención profesional especializada. Esta última se deja para los casos más graves como los que tienen un componente fóbico. Actualmente existen terapias cognitivas conductuales apoyadas con tecnología con un alto nivel de efectividad.
Lo más importante para resolver este problema, y que se aplica también a muchas otras cosas, es tener la actitud adecuada. Estar dispuesto a vencer los obstáculos que la vida impone.

Médico siquiatra.