En el mes de junio, pasaban los días con normalidad y el Día del Padre como un día de celebración y feriado cuando, al final de la tarde, vía redes sociales la noticia de que un médico de 46 años se quitó la vida al interior del hospital nacional de Sonsonate se convirtió en la nota triste del día; y allí nuevamente vuelve el tema y la constante pregunta que me hago: ¿Qué sucede con la salud mental en nuestro país? ¿Por qué llegar al suicidio?
Por lo que he logrado indagar de este colega, nadie de sus cercanos podía imaginarse que estuviese atravesando algún problema grave o que diera señales de depresión o de algún problema de personalidad, como suele ser observar triste a la persona, perezosa o a veces de mal humor o un falso buen humor, algún indicio. Tal vez la frase que más me sorprendió que leí fue: "Es lamentable muchas personas podemos estar al lado del que tiene diferentes dificultades y no lo detectamos".
Sin tener un dato oficial, creo sin temor a equivocarme que van más de 150 suicidios hasta el mes de mayo; serán más o serán menos, creo que el número no importa, es un tibio número estadístico. De tener el dato más próximo al exacto podríamos hacer tantas hipótesis, tantas mediciones epidemiológicas, sacar tantos factores de riesgo y poder no detener, pero sí controlar este flagelo que está causando tanto dolor, sufrimiento y angustia. En este caso hay variables que no pueden pasar desapercibidas: 46 años, médico especialista, seleccionar el Día del Padre y seleccionar el lugar del hecho, el hospital.
Realmente debe preocupar que en un aparente momento de relativa calma estamos frente a una oleada de suicidios que debe poner en alerta a las autoridades de Salud, y cabe preguntar: ¿Qué hace que una persona decida quitarse la vida? ¿Cuáles son las causas que llevan a una persona a atentar contra sí misma? Habrá muchísimas preguntas, pero nuestro sistema de salud debe ver esto como un serio problema de salud pública y evaluar cómo se puede tener un programa preventivo de atención en salud mental; en este caso para el personal de salud como primer eslabón para iniciar con esta política. Sin embargo, estamos ante un altísimo número de personas que deciden poner fin a sus vidas dejando una profunda y dolorosa huella en cada hogar salvadoreño.
Tristemente, el número de especialistas en salud mental no logra dar una cobertura total a pacientes que adolecen de algún trastorno psiquiátrico y nos viene a poner el dedo en la llaga que la salud mental del salvadoreño no pasa por un buen momento. Como dato curioso debe el lector saber que existe un lugar paradisiaco en apariencias, como es el cantón Las Pilas, en el norte de Chalatenango, donde la población de este lugar goza de un clima privilegiado; sin embargo, este lejano cantón ocupa uno de los primeros lugares de El Salvador con serios problemas de suicidio y suele pasar desapercibido; vivimos en un país donde el suicidio va en aumento y lamentablemente poco se sabe.
Pero este caso en particular deja más preguntas que respuestas, y como leí en un comentario en una red social de una amiga del colega que tomó esta decisión: "Nadie podrá decir cuál fue la causa, pues nadie de los que estábamos diariamente con él pudimos observar ni saber nada". Si tenemos a una persona que adolece de un cuadro depresivo, puede pasar inadvertido, por lo cual será difícil recibir la ayuda psiquiátrica que necesita; las ideas suicidas no nacen de un día para otro. Aquí me detengo en este caso que ocurrió con este colega en escoger el día, el lugar. ¿Acaso quiso dejar un mensaje?, que al hacerlo en el hospital tal vez solo quedaba como intento y le lograban salvar la vida; hay tantas situaciones difíciles que se viven en estos tiempos, problemas personales, familiares, económicos, personalidades débiles cubiertas de gran fortaleza.
¿Qué puede pasar por la mente de una persona que piensa, organiza y ejecuta tal situación? Es una realidad que viven cientos de hogares, que ante una situación crítica llegan a considerar el suicidio, lo que para muchos es algo descabellado; pero solo el que está en los zapatos del depresivo o del que toma la decisión quizá pudiesen responder, pero no es así, no pueden responder pues ya murieron. Debemos estar alertas, este caso nos demuestra que el suicidio no pertenece a clase social alguna, a nivel académico o cultural, ni a una zona determinada sea urbana o rural, o a un departamento del país. Antes del suicidio hay señales de advertencia, gritos de ayuda y debe la empatía y la compasión aparecer como un puente que tendamos ante la persona que piensa que quitarse la vida es la única opción. Aunque observamos en este caso que también se puede pasar inadvertido, lo que me lleva a pensar que la política de salud mental con enfoque preventivo es una urgencia y que analizar cuál es el modelo de atención que necesitamos debe ser revisado cuidadosamente.
Debo aclarar, vivimos bajo tantos factores estresores, que si los menciono es la de no terminar. El objetivo de esta columna es que sirvan como una reflexión de que no todo está perdido, pero que estamos ante un gran problema de salud pública y deben las personas desde la familia, compañeros de trabajo, amigos con quienes más se frecuentan, todos en general, ser empáticos ante lo que se está viviendo.
Pienso tanto en este caso del colega en particular, que sin duda vio con tantas muertes en la pandemia de COVID-19 cómo la vida se va en un abrir y cerrar de ojos, que como nosotros los trabajadores de salud vemos día a día a tantas personas luchando por recuperar su salud, luchando la batalla de enfermedades incurables para salvarse porque "la vida tiene sentido"; y que un colega tome esta decisión es para hacer un alto en el camino y ver cómo ayudar.
Lamentablemente, aún existe el estigma de que adolecer de una patología psiquiátrica es signo de debilidad, y es cuando el suicida se siente solo, totalmente abandonado. Somos una sociedad machista donde aún, como dije, adolecer de un cuadro de bipolaridad, esquizofrenia o depresión acusan debilidad, y en un mundo cada día más ajetreado, donde pocos nos detenemos a ver a nuestro alrededor, y es donde dejamos pasar el servir a esa persona que ve en el suicidio la única solución a su problema.
El país llora a todos estos hermanos que, ante sentirse entre la espada y la pared, decidieron quitarse la vida; quizá un llamado a las iglesias para abordar un tema tan opuesto como es la muerte, cuando lo normal es apelar por un canto a la vida. Acá las cosas son diferentes, la muerte gana terreno. Solo deseo que este caso en particular -no que sea más importante, pues cada vida es igual de importante- se convierta en el punto de un antes y después de la atención en salud mental que necesitamos; y solo, tristemente puedo decir, elevemos una oración por esta alma que llegó al borde de la desesperación.
Médico