Sr. Presidente, ¡pensiones dignas, por favor!

No se vale que en El Salvador aparece un ciudadano que en el nombre de Dios recibirá una jugosa pensión mientras los de siempre, los pobres apenas, tienen para sobrevivir. Esto es el colmo pues una de las causas de la migración de profesionales es la exigua pensión que se recibirá cuando la fuerza física y mental va abandonando al ser humano. Sr. Presidente, qué mejor forma de empezar su quinquenio que revisando la ley de pensiones y darle una digna pensión a cada trabajador sea del sector que sea.

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Foto: EDH

Por Ricardo Lara

2019-08-15 7:19:07

Nada de lo que sucede en este país extraña, nada, pero lo que a continuación detallo extraña y confunde. Con gran asombro leo una noticia sobre un obispo que se retira de la Fuerza Armada con una pensión nauseabunda de nada menos y nada más de tres mil dólares más un pequeño fondo de retiro de 96 mil dólares, mientras las 24 horas del día apenas me alcanzan para cubrir determinados trabajos y así algún día lograr jubilarme con una cantidad que jamás será lo que recibirá este enviado de Dios.

Necesitamos una revisión profunda al sistema de pensiones, arrancar de tajo todo aquello que va en menoscabo del pensionado.

Quienes tenemos el privilegio de tener un trabajo —de los 4 millones de salvadoreños en edad productiva solo 600.000 cotizamos al sistema de ahorro y pensiones—, es decir, tener el privilegio de tener un trabajo formal —además que en esta sociedad encontrar trabajo arriba de los 45 años es casi un imposible— sabemos que nuestra pensión será apenas una cantidad para paliar lo básico; desde el sector salud al que pertenezco puedo ver a médicos, enfermeras, técnicos, motoristas, camilleros, etc., luchando día a día con todas sus fuerzas, algunos con dos trabajos con nocturnidades, con trabajos fines de semana y festivos con tal de llevar el sustento. Y poco se piensa en ese lúgubre futuro que nos espera al cumplir la edad de recibir lo que a través de los años hemos cotizado con grandes esfuerzos y que merecido lo tenemos.

Sr. Presidente, urge la revisión de las pensiones pues así como muere de hambre y de pena un salvadoreño que recibe una miseria de apenas dos cientos dólares muere también el salvadoreño que es víctima de la violencia; al final muere tanto uno como el otro; tiene en sus manos que ese genocidio llamado pensión se convierta en un sistema donde se dignifique al trabajador al final de su vida productiva.

No quisiera ver a hermanos salvadoreños migrando en busca de mejores oportunidades cuando debe ser nuestro país la tierra a la que debemos honrar, luchar y morir por ella la que de las oportunidades.

No se vale que en El Salvador aparece un ciudadano que en el nombre de Dios recibirá una jugosa pensión mientras los de siempre, los pobres apenas, tienen para sobrevivir. Esto es el colmo pues una de las causas de la migración de profesionales es la exigua pensión que se recibirá cuando la fuerza física y mental va abandonando al ser humano.
Sr. Presidente, qué mejor forma de empezar su quinquenio que revisando la ley de pensiones y darle una digna pensión a cada trabajador sea del sector que sea.

La CICIES es un tema de suma importancia pero el tema de las pensiones lo es también; debe servir esta tristísima noticia sobre lo que recibirá este obispo para reflexionar profundamente pues el pueblo salvadoreño no necesita más golpes bajos, una pensión de tres mil dólares equivale a diez familias recibiendo trescientos dólares cada una, una realidad que vive la mayoría de hogares salvadoreños.

Sr. Presidente, este no es un tema de índole divina sino de misericordia humana para que todos los salvadoreños no vean el final de sus días con un temor indescriptible sino que sea el dinero que se recibirá por el cumplimiento de la edad una etapa donde el jubilado no se vea atormentado y no dirija la mirada hacia el cielo y en vez de justicia reciba la triste y vergonzosa noticia que un obispo recibirá una fortuna en un país de pobres.

Me gustaría saber qué diría Su Santidad el Papa Francisco, el llamado Papa de los Pobres, de esta ausencia de pobreza cristiana que los salvadoreños estamos viendo.

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