La sorpresa

¿Por qué construir un hospital cuando se pudo hacer uno de “campaña” a menor costo y mayor velocidad? ¿Por qué hacer un hospital en la mejor zona de desarrollo turístico de la capital? ¿Por qué destruir un centro de convenciones que pasaba albergando actividades ciudadanas productivas a lo largo del año, en vez de remodelar y equipar a la red de hospitales nacionales?

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Jorge Aguilar fue destituido de su cargo como presidente de Fonaes, luego de que un medio de comunicación diera a conocer que su empresa había vendido máscaras protectoras a Salud. Foto EDH

Por Max Mojica

2020-06-29 5:45:44

Cuancho guiaba a su esposa, María de los Ángeles, o “Marielos” como cariñosamente la llamaba. Él le había puesto las manos en sus hombros para que no se descalabrara, él sabía que se tropezaba hasta con su sombra. Ella bajaba temblorosa por las gradas, con los ojos vendados y una sonrisa en la boca. Y es que su especial esposo le había dicho que le tenía una sorpresa para su cumpleaños.

Juancho no era necesariamente muy inteligente y adentrado ya en el terreno de ideas locas e inoperantes, simplemente se perdía de vista. Así que Marielos estaba algo nerviosa, no se esperaba con que cosa le iba a salir hoy.

“¡Ta taaaaan!”, exclamó Juancho desanudándole la corbata con la que la llevaba vendada.

Marielos palideció. “¡Eeeeeeehhhh…! Está bonito. Un asador de carne. ¡Lindo, gracias!”, dijo ella algo pálida y sentándose en la grada al sentir que le fallaban las piernas.

“¿Verdad que quedó súper chiva? Mira, es de acero inoxidable y tiene quemador lateral para hacer frijolitos borrachos —dijo Juancho con una sonrisa de oreja a oreja—. Da para cocinar para 7 personas de un solo, ahora si nos cabe toda la primada. Además, forré la pared con cerámica por si salpica mientras estamos cocinando”

“Hummmmhu, está chiva, gracias…”, dijo Marielos de mala gana y con lágrimas en los ojos.

Juancho, intuyendo que caminaba en terreno minado ya que, de alguna forma que no podía entender, había metido las de andar —otra vez— al escoger ese regalo, continuó su discurso ya un poco más a la defensiva: “Mira, y para celebrarte el cumple, vamos a invitar a los compadres. Ya vas a ver la cara de envidia del compadre Pancho cuando vea tremendo cocinón”. Pero al ver que Marielos no cambiaba de cara, utilizó su arma secreta… “Y además estoy seguro de que a tu mamá le va a gustar ¿por qué no la invitamos este sábado con tu tía Conchita? Les voy a preparar aquella receta de pollo asado que tanto les gusta”, finalizó Juancho sintiendo que un sudor helado le deslizaba por la espalda.

“Mira, Juancho, tenemos que hablar… ¿cómo se te ocurre hacer esto? ¿En qué estabas pensando cuando decidiste regalarme esto? Para empezar, ¿cuánto has gastado?”, preguntó Marielos en un tono que admitía réplica.

“Pues, para empezar, ni gaste mucho —contestó Juancho—. Topé la tarjeta, eso sí, pero eso no importa, ya veo cómo le hago más adelante. Además, desde hacer rato me venís diciendo que nos hace falta una barbacoa y, pues, yo pensé que tu cumpleaños era oportuno para hacerla”.

“Además —continuó Juancho algo molesto— yo siempre quedo mal con vos. He pasado meses planeándolo, vos me dijiste que querías una barbacoa y ¡ahí la tenés! Nunca quedo bien con vos, solo reclamos me haces”.

“Es que, Juancho —le contestó Marielos con voz cansada—, la barbacoa está linda, el gesto aún más. Es cierto, necesitábamos una, pero ¿cómo es que se te ocurrió empotrar un asador de carne en la sala de la casa?”, preguntó ella llevándose las manos a su cara al ver el “regalo” que le había preparado su esposo…

Algo así es como nos sentimos los salvadoreños con el “hospital” construido en CIFCO. Claro, agradecemos al gobierno que se preocupe por los enfermos. Por su puesto que todos estamos claros que necesitamos más y mejores hospitales, más y mejores UCIs… pero de eso a hacerlo en el único centro de convenciones que teníamos, destruirlo para entregar camas que, meses después de que se necesitan desesperadamente, aún no están habilitadas, hay mucha tela que cortar.

¿Por qué construir un hospital cuando se pudo hacer uno de “campaña” a menor costo y mayor velocidad? ¿Por qué hacer un hospital en la mejor zona de desarrollo turístico de la capital? ¿Por qué destruir un centro de convenciones que pasaba albergando actividades ciudadanas productivas a lo largo del año, en vez de remodelar y equipar a la red de hospitales nacionales?

Para colmo, se escuchan voces que el gobierno piensa en volver a construir un nuevo CIFCO en otra locación, ¿para gastar cuánto? ¿$300 0 $400 millones más para hacerlo en otro lugar?

Como dice más de algún analista: “Cada vez que el gobierno ofrece regalarte algo, que te tiemblen las piernas…”

 

Abogado, máster en Leyes.

@MaxMojica