Sindicalismo y el abuso del derecho

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En la remodelación de casas, pintar portones y paredes lleva tiempo y esfuerzo. Pero Rafael trabaja hombro a hombro con sus empleados. Foto EDH / Jessica Orellana

Por Erika Saldaña

2021-05-02 9:00:45

El sindicalismo ha sido mal comprendido en El Salvador. Lejos de dedicarse a reivindicar los derechos de los trabajadores y buscar la implementación de políticas públicas que mejoren las condiciones de la clase trabajadora, el sindicalismo se ha dedicado a señalar o defender a los políticos de turno, llegando a rozar lo que en derecho se ha catalogado como “abuso del derecho”.

A lo largo de la historia salvadoreña hemos visto a diversos sindicatos involucrados en situaciones lamentables, las cuales no tienen nada que ver con la labor para la que han sido creados. Han existido bailes al interior de las salas de audiencia judiciales, por parte de los sindicatos del Órgano Judicial, a estos involucrados en asuntos de otras instituciones públicas; y, de manera más recurrente, hemos sido testigos de cierres de calles por parte de estas entidades, que terminan afectando a aquellos que dicen defender.

La “libertad sindical” que alegan muchos miembros de sindicatos se ha degenerado. Ser sindicalista se ha convertido en sinónimo de persona que no realiza las labores para las que ha sido contratado; que exige mucho y trabaja poco. Todo en nombre de la labor sindical. Hay que tener dos puntos claros: primero, los sindicatos son necesarios en toda sociedad libre, como defensores de los derechos de los trabajadores; pero, segundo, la libertad sindical no es ilimitada ni un cheque en blanco para que el sindicalista haga lo que quiera.

Los sindicatos surgen como necesidad de los trabajadores a fin de evitar abusos de los patrones, defender sus intereses laborales y mejorar las condiciones de los empleados. Se trata de una relación en la que todos deberían ganar: los empleados gozan de mejores condiciones progresivamente, pero los patronos también reciben un mejor trabajo a cambio. Así como hay patrones explotadores, así también hay sindicatos que se dedican únicamente a exigir y solo ven la relación de un lado. Cuando se trata de organizaciones sindicales dentro de instituciones públicas, la labor sindical y el sueldo de los directivos (trabajen o no) sale de todos los que pagamos impuestos. Por eso es imposible ser indiferentes a la manera en como estos se desarrollan.

No podemos negar que la labor sindical se ha tergiversado, sobre todo al nivel de directivos. Ser líder sindical ahora significa que la persona no trabaja por andar resolviendo otros asuntos, incluso cuestiones políticas, que pueden ser que sean beneficios para todos los trabajadores, pero puede que no. Tengamos claro que ser sindicalista no es un trabajo. El trabajo son las funciones para las que son contratados y por las cuales se recibe un salario; al convertirse en líder sindical, la persona recibe ciertos beneficios como ausentarse unas horas de su trabajo para realizar labores propias de la organización y el fuero sindical. Pero aquí se entiende como un permiso pleno para hacer lo que se les venga en gana. Eso no es un derecho, es un abuso del derecho.

El sindicalismo necesita reinventarse en El Salvador. Actos como el “bailongo judicial” únicamente reflejan un mal uso de los recursos públicos y deterioran la percepción que se tiene de organizaciones con una importante misión como los sindicatos. Su labor debe ser bien comprendida por quienes están al frente de las organizaciones, para que no caigan en situaciones que desnaturalizan la labor sindical. El sindicalismo no es igual a abuso de los derechos que se otorgan, a no trabajar, involucrarse en cuestiones políticas o a gozar de privilegios fuera de la ley; es sinónimo de defender los derechos de la clase trabajadora en su justa medida.

Columnista