Mayo de 2025 marca el 80º aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, una efeméride que evoca no sólo la victoria militar de los Aliados sobre el régimen nazi, sino también el nacimiento de un nuevo orden internacional. El 8 de mayo para los occidentales, y el 9 para los soviéticos, sellaron el fin de una pesadilla con la capitulación del III Reich. La liberación de Europa —mientras la guerra seguía aún en el Pacífico hasta la rendición de Japón el 2 de septiembre— no fue únicamente una proeza bélica, sino también el punto de partida de un renacimiento basado en valores democráticos, jurídicos y de soberanía popular.
La paz, aspiración colectiva tras el horror, dio paso a un sistema de gobernanza global sostenido por la recién creada Organización de las Naciones Unidas. En Europa, la reconstrucción avanzó con apoyo estadounidense y se formalizó en instituciones como la Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA) en 1951 y luego con el Tratado de Roma en 1957. Las lecciones de las dos guerras mundiales impulsaron mecanismos de integración económica para evitar nuevos conflictos en el continente.
Sin embargo, la Guerra Fría pronto reconfiguró este equilibrio. Desde 1947, el mundo quedó dividido por una “cortina de hierro”, según la célebre expresión de Winston Churchill. Surgió una pugna ideológica y geopolítica entre Estados Unidos y la URSS, cuyas consecuencias se extenderían hasta el colapso soviético en 1991. La caída del Muro de Berlín alimentó la ilusión del “fin de la Historia”, pero las guerras del Golfo, Afganistán, Libia y otros focos de tensión pronto revelaron los límites de esa esperanza.
Con el paso del tiempo, el descontento frente al sistema global ha alimentado el ascenso del llamado “Sur Global”. Una coalición informal de Estados busca reformar —o directamente sustituir— el orden internacional establecido en 1945. En este contexto, el concepto de democracia se ve cada vez más presionado, debilitado por guerras asimétricas, desinformación, repliegues identitarios y nuevas formas de violencia política.
Los conflictos han cambiado de forma y de escenario. La guerra en Ucrania representa un punto de inflexión: la inviolabilidad de las fronteras ya no es un principio sagrado. Estados actúan de forma abierta para expandirse territorialmente. A esto se suman presiones tecnológicas, comerciales y demográficas que desafían el equilibrio global. Occidente, lejos de ofrecer un frente unido, muestra grietas. Mientras el G7 representaba hace décadas casi dos tercios del PIB mundial, los BRICS+ —Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Irán, Egipto, Etiopía, Indonesia y Emiratos Árabes Unidos— reclaman hoy el 45% de la riqueza global y el 60% de la población del planeta.
La falta de representación del continente africano en órganos ejecutivos internacionales contrasta con el peso demográfico que alcanzará en las próximas décadas. La narrativa de “liberación” que muchos países del Sur Global esgrimen frente al “orden impuesto” por los vencedores de 1945 busca ganar legitimidad en el escenario internacional, aunque en muchos casos encubra intereses de regímenes autoritarios.
En mayo de 2025, durante las conmemoraciones en Moscú, figuras como Nicolás Maduro estarán presentes. La heterogeneidad de estos actores revela tanto la necesidad de actualizar un sistema nacido en otros tiempos como sus vulnerabilidades.
Recordar la victoria aliada no es un ejercicio nostálgico, sino un llamado a la conciencia. En 1945, millones murieron para derrotar a un régimen totalitario que exterminó pueblos enteros. Lo que se celebró entonces fue una idea de libertad hoy permanentemente cuestionada.
En un mundo donde resurgen los peligros de la guerra y la amenaza existencial es global, la memoria de 1945 debe servir de advertencia. La fórmula latina “si vis pacem, para bellum” —si quieres la paz, prepárate para la guerra— resuena hoy con más fuerza que nunca. A 80 años de aquella victoria, la historia no ha terminado, y la paz, lejos de ser un hecho, es un desafío permanente.
Especialista en relaciones internacionales y presidente de Latfran