Salud mental: una crisis clandestina

El Salvador debería estar discutiendo en el seno de la toma decisiones, políticas públicas que vuelvan accesible las consultas con expertos de la salud mental.

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Neymar es uno de los jugadores que guió a Brasil a lograr temprano la clasificación al Mundial de Qatar. Foto: EFE

Por Andy Failer

2021-06-18 6:18:12

Vivimos en una sociedad en donde la salud mental es tabú, para muchas personas, sobre todo para las generaciones de nuestros padres y abuelos, padecer de ansiedad o depresión es sinónimo de debilidad; acudir al psicólogo o al psiquiatra para muchos significa que esa persona ya perdió la cabeza, que está loca o que simplemente ya se quedó sin estribos. Lamentablemente, la cultura de nuestro país no hace más fácil esta crisis que cada vez se agudiza más y que su carga se disparó durante el encierro de esta pandemia.
Me permitiré mencionar algunos medicamentos que comúnmente son recetados para tratar problemas de depresión u otros similares: Prozac, Citalopram, Paxil, Nardil, Elavil y otros. Si estos nombres resultan medianamente conocidos para cualquiera que los haya leído, me gustaría decirle que la depresión es algo común y no debería de ser un tema tabú, sino más bien de empatía. La salud mental es, como cualquier otro tema de salud, algo que debe atenderse con un profesional. Cuando tenemos algún problema corporal, acudimos al doctor; cuando tenemos algún problema dental, acudimos al dentista; la misma lógica aplica cuando tenemos problemas de ansiedad o depresión.
La salud mental es ya una crisis clandestina y muchos expertos pronostican que este será uno de los mayores problemas sociales tras finalizar la pandemia de la COVID-19. Los más afectados son, sin duda alguna, los más jóvenes. Es importante entender que detrás de esta crisis deambulan otros problemas que no han sido atendidos con políticas públicas de calidad, o que incluso sus soluciones son inexistentes. Por ejemplo, en nuestro país existen muchos jóvenes adultos con frustraciones de vida que provocan un malestar en su salud mental, personas que ya pasaron de los 30 años de edad y siguen viviendo con sus padres porque su salario es insuficiente para acceder a las ya inaccesibles viviendas de este país. La independencia para un joven adulto en este país, o es miserable o es casi imposible.
Muchos padres han sido testigos de cómo sus hijos más pequeños han enfrentado uno de los retos más difíciles que nos ha dejado la pandemia: vivir y comprender las experiencias de su niñez tras la pantalla de una computadora o un dispositivo móvil. Sin duda alguna esa no ha sido una experiencia para nada normal y, para muchos niños y niñas los estragos han sido enormes, tanto así, que existen casos de algunos que han estado al borde el suicido. Es fundamental detenernos a pensar cada uno como seres humanos para visualizar cómo nos enfrentamos a los retos de la salud mental, que en primera instancia y por el bienestar de toda una sociedad, debería de dejar de encontrarse en la clandestinidad. Eso resultaría más revolucionario y futurista, que hablar del Bitcoin.
El Salvador debería estar discutiendo en el seno de la toma decisiones, políticas públicas que vuelvan accesible las consultas con expertos de la salud mental. Una sesión de cincuenta dólares o mucho más con psicólogo, en este país es un privilegio para una minoría y eso debe cambiar. A la par de todo esto, debería desencadenarse un serio debate sobre reformas educativas, de acceso a la vivienda y de oportunidades de empleo, porque entre menos digna sea la vida, más fuertes serán los problemas de salud mental.

Comunicólogo y político