Eficacia terapéutica

Los tratamientos sin base científica que los apoye pueden dar una falsa sensación de seguridad y terminar siendo más un riesgo que un beneficio.

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Esta madre pide al gobierno dejar de hablar de "vuelos humanitarios", pues cada repatriado se ve en la obligación de pagar su vuelo de regreso al país. Foto cortesía.

Por José María Sifontes

2020-07-24 7:53:24

Todos quisiéramos que hubiese un tratamiento eficaz para el COVID-19, que aliviara los síntomas y evitara las complicaciones y la posibilidad de muerte. El mundo anhela esa clase de tratamiento, y se ilusiona con cualquier noticia al respecto. Y hay algunos que utilizan ese anhelo para dar cualquier tipo de recomendaciones terapéuticas. “Yo probé esto y funcionó”, dicen. La Medicina moderna no trabaja así. El hecho de que alguien mejore con alguna terapia no necesariamente indica que es eficaz. Puede ser que la persona ya iba en camino de la recuperación cuando usó la medicación. Pura coincidencia. El problema es que los tratamientos sin base científica que los apoye pueden dar una falsa sensación de seguridad y terminar siendo más un riesgo que un beneficio.
El COVID-19 es una enfermedad nueva, por lo que aún no se conoce mucho de lo que produce en el organismo. El trabajo de los médicos y los investigadores es en primer lugar conocer su fisiopatología, es decir los mecanismos que usa para enfermar y los procesos que llevan a las complicaciones. Con los meses que se tienen ya de pandemia se ha avanzado en este sentido. Se conocen ya algunos de los fenómenos fisiopatológicos, pero aún falta mucho. Al avanzar en el conocimiento es posible tener una idea de los medicamentos que pueden funcionar, y allí comienzan los estudios clínicos.
Para saber a cabalidad si un medicamento es eficaz para tratar una enfermedad se recurre a diferentes análisis, desde los de ciencia básica hasta los ensayos clínicos. Todo puede comenzar con una experiencia previa con enfermedades similares o con una simple observación clínica. Por ejemplo, para el COVID-19, puede verse que determinado fármaco inhibe la replicación viral in vitro. Es un buen comienzo, pero no suficiente.
Hay que ver si lo mismo ocurre in vivo, con animales inicialmente y con personas después. Los ensayos clínicos nos permiten saber si un buen resultado es producto del azar o si verdaderamente el medicamento incide en la evolución de la enfermedad. Hay diferentes tipos de ensayos clínicos. Los más aceptados son los estudios aleatorizados, doble ciego, comparados con placebo. Son los más confiables, aunque no están libres de limitaciones. En esencia, se toma un grupo de personas con características similares con alguna enfermedad y se divide aleatoriamente en dos grupos. A un grupo se le da el medicamento experimental y al otro una sustancia inerte (placebo), que sensorialmente es idéntico. Ni las personas que reciben el tratamiento a evaluar o el placebo saben qué toman ni el investigador sabe tampoco a quien le tocó uno u otro. Eso evita sesgos por subjetividad. Luego se observa la evolución de los enfermos, se abren los códigos que identifican los grupos y se realizan estudios estadísticos comparativos. Si existe una diferencia estadísticamente significativa de mejoría o curación en el grupo que recibió el tratamiento experimental sobre el que no lo recibió se concluye que el medicamento es eficaz para tratar la enfermedad.
Hay dos cosas que deben tenerse en cuenta; uno es la cantidad de personas que se incluyeron en la investigación, pues a mayor número mayor seguridad de los resultados. Otro es el Valor de “p” (de 0 a 1), que mientras más bajo nos indica mayor certeza que los resultados no fueron producto de la casualidad. Esto lleva tiempo, pero es la mejor manera de saber cuáles son los tratamientos eficaces y cuáles no son más que una ilusión.

Médico Siquiatra.