El 13 de enero se celebró el Día Mundial de la Lucha Contra la Depresión. La fecha pasó casi inadvertida en El Salvador. No hubo, como en muchos países, conferencias, entrevistas, actividades de sensibilización pública. Aquí fue como cualquier otro día. Sin embargo, el tema es importante pues los trastornos depresivos son altamente prevalentes en nuestro país y en el mundo entero. A nivel global los trastornos depresivos afectan a cinco de cada cien personas, y la cifra va en aumento. Es posible que en un futuro no tan lejano sea la enfermedad más común. Ya es la causa número uno de discapacidad.
Hace ya varios años en los Estados Unidos se había puesto de moda un slogan referente a la depresión que a mí me gustó mucho por sus implicaciones sociales, decía: Define it, defeat it (defínela, véncela). El definir correctamente esta condición es esencial pues no toda reacción emocional, no toda tristeza es depresión. La tristeza es una emoción humana normal, y todos nos sentimos tristes de vez en cuando y por múltiples razones. La depresión es algo distinto, más fuerte, más persistente, más agobiante. Hay dos síntomas clave en esta condición, el primero es una falta muy sensible de energía, una fatiga constante, que hace que cualquier actividad por simple que sea, como ir al supermercado, se perciba como algo difícil de llevar a cabo, como un esfuerzo extraordinario. El otro se conoce en Psiquiatría como anhedonia, que es la pérdida de la capacidad de experimentar placer por las cosas que antes lo producían. Dejar de hacer nuestras actividades favoritas o que nos daban mucho entretenimiento y satisfacción, a eso se refiere el término.
Como con toda enfermedad en la depresión es importantísimo un diagnóstico temprano. Esto es por una razón que tiene que ver con la fisiología cerebral. En el cerebro opera un fenómeno conocido como kindling, que en su traducción al español sería algo como “encendido”. Consiste en que cuando el cerebro sufre una condición anormal queda predispuesto para sufrir otra de la misma naturaleza, queda sensibilizado o encendido. Sucede con las epilepsias, con las crisis psicóticas, con los estados confusionales. Un episodio depresivo, por tanto, predispondrá a otro en el futuro pues el estímulo que requerirá para que aparezca será menor. El tratar oportunamente una depresión y eliminarla lo más rápidamente posible evitará crisis depresivas en el futuro, o lo que es peor, que la depresión se vuelva recurrente.
Lastimosamente sólo un pequeño porcentaje de personas con depresión busca ayuda médica o psicológica. Por ello son tan valiosas las campañas de educación al público. La población general debe saber que la depresión es una enfermedad que necesita tratamiento y que el tratamiento es generalmente eficaz. Hay que admitir que nuestro estado anímico es una de las facetas más importantes de nuestra existencia; tiene que ver con nuestra energía vital, con el entusiasmo para emprender, con la productividad y con el goce de la vida.
De las experiencias de otras epidemias se conoce que las infecciones virales pueden provocar estados depresivos. A la pandemia de influenza de 1920 le siguió una pandemia de depresión, que no fue bien definida por los escasos conocimientos que se tenían en aquella época. Con el covid-19 se ha detectado un aumento de casos por lo que es necesario estar alertas, detectarlos y curarlos. Como se dice, el covid-19 es más que una simple gripe.
Médico Psiquiatra.