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Amor tóxico y poder

El problema radica cuando todo esto es una simple fachada y empieza la escalada de la toxicidad. Muchas veces esto sucede cuando ya existe un compromiso, cuando el candidato ya es funcionario y muestra su verdadero ser. Las promesas se desvanecen y la idoneidad con la que se veía para el cargo comienza a tener matices sombríos.

Por Alejandra Gavidia | Feb 14, 2025- 15:02

San Valentín es, indiscutiblemente, la fecha más emblemática del amor. A pesar de que también es una fecha para celebrar la amistad y el amor en todas sus formas, se generaliza a la celebración del amor romántico. Esto nos hace recordar una problemática que existe en nuestro contexto: las relaciones tóxicas. Un metaanálisis a raíz de 83 estudios estima que el 3% de la población adulta a nivel mundial están actualmente involucrados en una relación tóxica, mientras que cuando hablamos de jóvenes la cifra aumenta al 10%.

Psicólogos especialistas en adicciones, el Centro de Neuroética de la Universidad de Oxford y medios como la revista Frontiers han demostrado que el “amor”  activa circuitos de recompensa y regiones cerebrales que también son activadas por alcohol, nicotina y drogas más fuertes. Esto hace difícil reconocer la escalada de toxicidad y nos termina convirtiendo en “adictos al amor”.

¿Adónde quiero llegar con todo esto? Vengo a decirte que lastimosamente ninguno de nosotros nos libraremos de experimentar una relación tóxica, pero no de la forma en la que te estás imaginando. Cada cierta cantidad de años todos, absolutamente todos, vivimos al mismo tiempo una nueva relación tóxica de la que no podemos escapar: la relación entre nosotros como votantes y los candidatos a un puesto público. ¿No ves las similitudes? Déjame aclarar mi punto.

Cuando un candidato decide lanzarse a una contienda política analiza muy bien el público objetivo al que va a hablarle. Esto es como ir a una fiesta y que alguien sondee la habitación en búsqueda de alguna persona que pueda ser su objetivo. Una vez que el candidato ya sabe a quién se dirige, lo estudia. Busca conocer cuáles son los problemas que afectan a esos posibles votantes, quiere saber qué quieren y más específicamente qué sentimiento les va a vender durante su campaña; porque si no lo sabías las campañas venden sentimientos, no propuestas lastimosamente. Volvamos a la persona en la fiesta. Una vez encuentra su objetivo se acerca y entabla una conversación para saber qué tienen en común, qué podría gustarle y qué podría decirle para convercerle.

Durante esta etapa de conquista tanto el candidato como el romántico de la fiesta van a mostrar sus mejores rostros. Son los más valientes, los más correctos y los más idóneos. Y claro, algunos votantes y románticos empedernidos van a caer en la puesta en escena y se dejarán ir en el tobogán del enamoramiento.

Somos seres emocionales, aunque algunos renieguen de ello. Las emociones son una forma natural en la que respondemos a lo que nos sucede y es parte de nuestra esencia. Así que cuando un candidato nos promete más y mejores empleos, ser diferente a los políticos tradicionales y disminuir la violencia, claramente caemos en ese tobogán. Porque realmente lo que nos está vendiendo son sentimientos: prosperidad, cambio, seguridad. Lo mismo que pasa con nuestro amigo de la fiesta, cuando le dice a su presa que estarán juntos para siempre, que se imagina casándose, que nunca había sentido algo así por alguien, realmente está generando sentimientos: ilusión, confianza y devoción.

El problema radica cuando todo esto es una simple fachada y empieza la escalada de la toxicidad. Muchas veces esto sucede cuando ya existe un compromiso, cuando el candidato ya es funcionario y muestra su verdadero ser. Las promesas se desvanecen y la idoneidad con la que se veía para el cargo comienza a tener matices sombríos.

Hay algunos que nunca logran salir de esa adicción. Hay quienes no se dan cuenta que están en una relación tóxica.. Estos son los más peligrosos, porque seguirán creyendo todo lo que diga y hasta podrían alargar la relación por más de un periodo de 3 ó 5 años. Luego están los que sí se dan cuenta, pero no tienen mucha opción más que esperar que su período termine.  Porque cuidado, si te quejas demasiado pueden condenarte o lanzan “cajas chinas” para desviar la atención de lo tóxicos que están siendo.

Por todo esto, como ciudadanos debemos estar atentos de las relaciones tóxicas. No solo con el de la fiesta, también con el que se presenta en entrevistas con una sonrisa y promesas que suenan demasiado buenas para ser verdad.  

Miss Universo El Salvador 2021 y analista política

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Opinión Salud Mental

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