Recordemos el éxodo a Egipto de María y José, huyendo del deicidio que pretendía perpetrar el rey Herodes a fin de evitar la llegada del Mesías al mundo, ordenando la masacre de los niños en Belén, Palestina. Hace algunos años una iglesia metodista de Clermont –al sur de California—hizo una representación de la Sagrada Familia, enjaulando por separado al Niño Jesús, a la Virgen María y a San José. La intención era hacer una reflexión sobre la cruel e inhumana separación de familias emigrantes que impusiera aquel país desde entonces. El “Nacimiento” pascual causó controversia por aludir al drama que se vivía en la frontera sur, debido a la racista política migratoria de prohibir la llegada al país de migrantes y refugiados indocumentados. Karen Clark Ristine –pastora principal de la iglesia— declaró entonces que no lo veía como un mensaje político, sino como teológico. La presentación fue instalada en un terreno de la iglesia, mostrando a la familia de Jesús con figuras de gran tamaño, emulando al drama que viven las familias emigrantes que buscan asilo o trabajo y son separadas por las patrullas fronterizas. “Pensamos que la familia de refugiados más conocida en el mundo es la de Jesús, María y José.” –agregó la pastora. “Si María, José y el niño Jesús vinieran hoy a nuestras fronteras serían expulsados, separados o recluidos en un centro de detención” agregó otra religiosa. Aquel evento de la iglesia metodista parecía profetizar el mismo drama racial de nuestro siglo.
Un día la “Sagrada Familia” encarcelada en Clermont
