De Rusia… sin amor

hoy nuevamente Ucrania vuelve a ser atacada, bajo discursos trillados de defensa a la población (Hitler esgrimió la excusa de las minorías alemanas para invadir Checoslovaquia) rusoparlante, evitar el ingreso de Ucrania a la OTAN para defender las fronteras rusas,  cuando realmente lo que hay detrás como siempre es CODICIA.

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"Él ya tenía años de trabajar vendiendo cocos y nunca le pasó algo así", señaló una las parientes. Foto EDH/ Yessica Hompanera

Por Mirella Schoenenberg Wollants

2022-02-28 7:09:55

Los ucranianos engullían los sapos y las ranas con ansiedad. Mordían y masticaban sus cinturones de cuero, los zapatos, la hierba, la corteza de árboles, los cuervos, las ratas, el musgo, las hormigas. Los perros y los gatos habían sido los primeros en ser consumidos.

Stalin rodeó Ucrania para que nadie pudiera salir, vigilándolos desde torres de guardia que disparaban a los fugitivos.

Los niños ucranianos deambulaban por las vías públicas, despacio, cansados, ofuscados por la falta de carbohidratos y la alta producción de cetonas, producto de que sus cuerpecitos se alimentaban de sus propias grasas y músculos pues no ingerían alimentos. Cabezas grandes, cuellos y miembros esqueléticos, piel amarillenta pegada a los huesos y articulaciones, rostros surcados por arrugas. Los bebés, en vez de succionar los pezones de sus madres, exprimían los nudillos de sus manos.

De la campiña llegaba un olor nauseabundo por los cadáveres que ahí quedaban tendidos, después de estar buscando las espigas del trigo para comerlas, muriendo en el intento.

El número de historias de canibalismo se contaron por centenares. Algunos caníbales fueron linchados. Stalin, después de causar el Holocausto de Ucrania, volteó su mirada hacia los intelectuales, los catedráticos, los escritores, los artistas, los sacerdotes, los funcionarios públicos, culpándolos de lo sucedido y los encarceló, o los envió a campos de trabajo o fueron ejecutados. Había que olvidar a Ucrania, que nadie hablara o escribiera sobre ella, no había existido jamás, así como no se habla en El Salvador de los crímenes realizados por la guerrilla marxista-leninista.

A finales de los años 20, para que la producción industrial creciera, los campesinos ucranianos, soporte de la nación, tuvieron que ser sacrificados. Para suplir la demanda alimentaria y subvencionar la industrialización, Stalin expropió las tierras de los campesinos y su ganado, para luego agruparlos en granjas colectivas. Los rebeldes fueron deportados, disminuyendo el número de campesinos.

Sin embargo, el reclamo por alimentos se mantenía. Los integrantes de las granjas no contaban con granos hasta que hubieran entregado las metas de cereales, incumplibles, y el hambre se regó por toda la Unión Soviética.

Entre 1932 y 1933, varios millones de humanos (se calcula que pueden haber sido hasta 12 millones) fallecieron de hambre provocada por esa medida de Stalin, llamada Holodomor. Un genocidio evidente. Ya hacía 10 años había habido una hambruna similar con 5.1 millones de muertos, lo que constituye en números reales una matanza mucho mayor incluso que la provocada por otro de los grandes dementes de la historia: Adolf Hitler.

Y todo en aras de llevar a cabo las ideas delirantes de poder y control absoluto de Stalin: La “rusificación” de Ucrania, la delirante idea de alimentar gratuitamente a las ciudades rusas y al ejército (a base de matar de hambre a otras etnias) y la industrialización a expensas de matar la agricultura, todo lo anterior bajo un concepto anacrónico de centralización.

Toda la acción del Holodomor (literalmente en ucraniano significa “matar de hambre”) se acompañó, como es costumbre en los actos terroristas de los genocidas y locos que aman el poder por encima de todas las cosas, de un discurso populista que promovía que tales acciones eran necesarias para garantizar la sobrevivencia de la revolución, defender los logros alcanzados, el crecimiento económico, evitar que las mismas clases dominantes de siempre, “los mismo de siempre”, siguieran gozando de privilegios, garantizar al “pueblo” (los seguidores) acceso a los alimentos de manera gratuita (aunque había más hambre que alimentos por doquier).

Como explica el escritor de “El hombre que amaba a los perros”, Leonardo Padura, el humano occidental ha perseguido la utopía de la igualdad, la libertad y la vida en democracia, desde la antigüedad; y la Revolución Rusa fue el inicio de la lucha por alcanzar esa utopía, experimento que nació contra un régimen zarista opresor para acabar en el desastre político más destructivo de la vida humana en la historia, que demostró que la felicidad humana no les pasó jamás por la cabeza y que su único objetivo era convertirse en otros zares.

Lo que fue peor, se regó y trató de sembrar en muchos países, que al igual que la URSS, fueron devastados y su prosperidad destruida, con consecuencias gravísimas que aún, más de 100 años después, la humanidad está sufriendo y continúan; donde el amor por la raza humana fue lo nunca estuvo presente.

Y hoy nuevamente Ucrania vuelve a ser atacada, bajo discursos trillados de defensa a la población (Hitler esgrimió la excusa de las minorías alemanas para invadir Checoslovaquia) rusoparlante, evitar el ingreso de Ucrania a la OTAN para defender las fronteras rusas,  cuando realmente lo que hay detrás como siempre es CODICIA. Por las fértiles tierras, las ricas minas, importantes puertos, etc.; y lo peor, que no es para el beneficio de los rusos, donde habrá madres y padres llorando a sus hijos muertos, sino para beneficio de unos pocos en la cúpula y, por supuesto, del LÍDER.

Ese que como siempre pasa con los que quieren el poder total y de manera permanente, son megalómanos que engañan a sus pueblos con cantos de esperanza en ilusorias grandezas, que al final son efímeras y se pagan a un muy alto precio.

 

¡Hasta la próxima!

 

Médica, nutrióloga y abogada

mirellawollants2014@gmail.com