El que quiera salvar su vida, la perderá

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Gobierno fija fecha para retiro de jueces y magistrados, con publicación de reformas en Diario Oficial. Foto EDH David Marroquín

Por Heriberto Herrera

2021-09-17 5:27:28

La cultura moderna nos hace soñar con una vida triunfal: éxito, fama, disfrute, poder.
Pasarla bien. Y nos vende ese proyecto con imágenes soñadas: vehículos de lujo, mansiones principescas, millones de dólares, vacaciones eternas en lugares paradisíacos.

El trabajo es entonces visto como esclavitud, la virtud como una vida insípida, el dolor como algo aberrante. La fe en Dios como resabio de tiempos retrógrados y una vida apocada.

La libertad es el sueño a conquistar a como dé lugar. Libertad desenfrenada. La responsabilidad como actitud propia de tontos.

Así, los medios de comunicación social nos pintan ese estilo de vida donde lo ilícito es propio de los listos. Nadar en dinero, no importa cómo conseguirlo.

Sexo desenfrenado, borracheras como diversión inocua, drogas como pasatiempo divertido. La trampa como recurso de los listos. La virtud relegada a los débiles, los apocados.

Quienes se llevan el aplauso y la admiración social son los violentos, los arrogantes, los despiadados, los tramposos.

Qué desconcertantes suenan las palabras de Jesús: “El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.”

¿Quiénes son los perdedores a los ojos de Jesús? Quien sueña con disfrutar de la vida atropellando su conciencia, ese es el perdedor. Una vida fracasada, dañada y dañina.
Jesús es el triunfador. Un triunfador desconcertante: condenado en un juicio amañado, torturado y ejecutado con una muerte deshonrosa a los ojos de los hombres. Jesús el victorioso, capaz de sacrificar su vida por la salvación de la humanidad. Una vida fecunda: “He venido para que ustedes tengan vida, y en abundancia”.

Una vida lograda no es aquella vivida en clave egoísta: disfrutar de la vida de espaldas al sufrimiento del hermano. La vida será digna de vivirse en la medida en que empleamos nuestras energías y recursos para humanizar a quienes nos rodean.

En este sentido, los verdaderos triunfadores son los santos, quienes influyeron poderosamente para que los desventurados de la tierra crecieran en dignidad.
Santos con fe o sin ella. Pues hay santos canonizados y otros - la mayoría anónimos - que emplearon sus mejores energías para construir un mundo humano.